AL ATARDECER
CAPÍTULO VII
Desayunó tranquilamente, mientras esperaba a
Pepe que quedó en subir sobre las diez cuando él lo llamó para contarle todo lo
sucedido desde que llegaron.
—Hola
Nel. Buenos días. He hablado con la Guardia Civil, los agentes forestales y
algunos vecinos, referente a lo que me contaste de estas noches atrás. Y
ninguno de ellos ha visto nada raro por la zona. Referente a lo de la casa, ni
yo ni la chica que se encarga de las casas, hemos entrado.
—No
sé Pepe, es muy raro todo. Que entren en una casa, dejen lo único que tiene un
cierto valor, como es el equipo fotográfico y el portátil, que registren una
maleta y antes de irse dejen las velas encendidas. No tiene sentido ni lógica.
—Aquí
nunca han robado. Lo que sí me parece raro es que hayan entrado sin romper
ventanas ni forzar la puerta. No obstante le he pedido a la Guardia Civil, que
estén pendientes durante su patrulla por si ven a alguien por aquí. Y tampoco
he echado en falta ningunas llaves.
—Muchas
gracias, Pepe.
Prácticamente
con medio día perdido con la conversación, decidió comer pronto y subir otra
vez a la montaña. Esperaba encontrar algo que diera una explicación a la
presencia en ese lugar y a esas horas, de una persona con una linterna. Aunque
en su fuero interno no dejaba de pensar que era un cazador furtivo.
Al
pasar por los pastos, en la subida, encontró al pastor cerca de la valla
bregando con lo que debería de ser una alpaca de heno o similar.
—Buenas
tardes, bonitas vacas, estas son autóctonas ¿verdad?
—Sí
señor, la casina como aquí la conocemos.
—Estas
están dedicadas a la producción de carne. Y por su aspecto debe de ser de muy
buena calidad.
—Vaya
que sí ¿Ha probado usted ya su carne?
—Aún
no, porque llevo pocos días aquí en la zona. He venido para ver esta tierra y
por supuesto a disfrutar de sus manjares.
—Pues
cuando la pruebe, verá usted que carne más exquisita.
—Muchas
gracias, le dejo que siga con su tarea. Yo por mi parte voy a seguir con mi
paseo.
—
¿Qué va, arriba?
—Sí,
quiero subir hasta una casa que hay en medio del bosque.
—Tenga
cuidado con el cortado, de noche es muy peligroso y hay varias simas en las que
puede caer.
—Gracias
por su consejo. Adiós.
No
dejaba de darle vueltas al lugar en el que estaba situada.
—Vamos
Thor que la noche está al caer.
Cuando
ya estaba a escasos trescientos metros de la ermita, vio a la chica que estuvo
a punto de atropellar.
—¡Hola!
Cómo esta después del susto de anoche.
—
¡Ah! ¡Hola! Muy bien, siento mucho el sobresalto de ayer. No me di cuenta del
lugar por donde estaba cruzando.
—No
pasa nada. Lo importante es que no la alcancé con la furgoneta.
—No,
desde luego— le respondió sonriendo.
Con
esa pequeña conversación llegaron al cruce de caminos.
—Me
alegro que estés bien, y mucha gracias por la compañía. Espero verte en otra
ocasión— le dijo Nel mientras cogía el carril en dirección al puente.
—Puede
ser, vengo mucho por aquí. Adiós Nel.
—Adiós,
Johanna.
—Te
habrás fijado en el detalle— le comentaba a Thor —Se ha acordado de mi nombre.
Y de su sonrisa qué me dices ¿Es bonita verdad?
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