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domingo, 31 de enero de 2021

Raices

 

 

Raíces


            Aún quedaba más de una hora para el amanecer. Antonio estaba sentado en su silla baja frente a la chimenea, dejándose llevar por el crepitar de la leña de olivo al arder, a un tiempo lejano.

            Eran mañanas frías, y noches de duerme vela. Se levantaba mediada la noche para alimentar a sus mulos “Letrao”, “Enamorao” y “Trabajosa”, para que estuvieran fuertes para el trabajo que les esperaba. Era tiempo de la recogida de la aceituna.

            Despertaba él sin la necesidad de despertador que le avisara de que otra jornada estaba a punto de comenzar. Se levantaba animoso, sin trabajo, dando un par de zapatazos en el suelo para desentumecer los pies,  y vertiendo un poco de agua en la palangana, se aseaba y espabilaba.

            Salía a las cuadras para verlos otra vez, hablaba con ellos un momento, contándoles lo arduo del día que les esperaba, diciéndoles que parecía que venía agua por el cerro. Se acercaba a ver las tres cabras que tenían para la familia, y suministrarles el cereal y unos haces de ramón de los olivos que ya habían comenzado la corta. Visitaba  a los cerdos con la misma operación y revisar a la marrana que estaba a punto de parir. Las gallinas, pollos y conejos era tarea de Rosario.

            Cuando llegaba a la cocina, después de pasar por la palera, traía un pequeño brazado de varetas secas y unos cuantos palos de la corta del año anterior, para echar la lumbre.

            Cuando llegaba a la cocina veía a Rosario, su mujer —Buenos días mujer— le saludaba como venía haciendo desde hacía ya muchos años.

            —Buenos días papa Antonio— le contestaba ella con el nombre que le habían asignado la familia para los nietos.

            —¿Para donde vais a ir hoy? Parece que se avecina lluvia y los llanos son trabajosos si llueve.

            —Ya lo he visto, llevare  la cuadrilla a las “Piedras Cobos”, si no llueve fuerte podremos echar el jornal completo.

             

            Cuando estaba la lumbre encendida y con sus primeras ascuas en el fondo. Como venía haciendo desde que formo su propia familia, comenzó a elaborar las migas.

—Mujer…. Despierta a tus hijos que ya mismo tenemos que irnos— le comentaba a ella cuando las migas estaban a punto de terminar.

—Coged la cuchara y a comer………“Las migas de pastor, cuantas más vueltas mejor”— le decía a sus hijos.

            —Abuelo y las otras como son— le preguntaba su nieto.

            —Las otras son “Las migas del gañan que con una vuelta están”— y la consabida broma que tanto le hacía reír a Antonio.

—Manolin ¿Quieres la piel del bacalao asao?

            —¡Si abuelo!— gritaba él.

            —Muy bien, vamos a echar este trozo grande. Si se queda así de plano te lo comes tú y si se arruga me lo como yo. Vale.

            Como siempre, al echarlo a las brasas, se cerraba sobre sí mismo. A lo que Manolin ponía mala cara. Lo que no importaba, pues siempre compartía con él el pellejo del bacalao. Antes, cuando era bastante más pequeño, esperaba con ansia la vuelta del tajo de su abuelo. Nada más verlo atacaba la capacha para devorar lo que quedaba. No se dio cuenta, hasta hace un par de años, de que el abuelo se lo dejaba para él, siempre el mejor trozo, la mejor parte de lo que él tenía para comer en el tajo.

 

            Antonio fue a las cuadras para preparar a “Letrao”,  “Enamorao” y “Trabajosa”, una vez puesta la jáquima, los iba sacando uno a uno a la puerta, atándolos a la anilla colocada en la pared. Y con la parsimonia del que lo ha hecho miles de veces, le colocaba el aparejo, colgaba las sogas, que más tarde utilizaría para amarrar los sacos de aceituna y llevarlos al cortijo, donde esperarían hasta ser trasladados al molino por una recua destinada a ese menester, las capachas, la castaña y el botijo que mantenía el agua fresquita. Los fardos, las varas, los sacos, la criba si cambiaban de sitio y todo lo que en  una jornada y sus imprevistos, pudieran necesitar.

            Había ya a esas horas, en la calle, un trajín de gentes y bestias. Unos cantando, otros riendo y todos, sobre todo, hablando a voces y celebrando la llegada de un  nuevo día de alegría y bonanza para todas las casas, gracias a las lluvias caídas en otoño. Se preveía ese año una buena cosecha de aceituna, por lo que los jornales se verían incrementados en bastantes días, aumentando los ya mermados ingresos de las familias que dependían de la fertilidad de la tierra.

            La familia al completo, rodeando la chimenea, hablaban de lo sucedido el día anterior en el tajo, las aventuras y desventuras de los vecinos, los sueños, las ilusiones de poder hacer esto o lo otro con los dineros de los jornales.

            —Id abreviando, que se nos echa encima el día— les decía Antonio a sus hijos y de manera más suave a su nieto Manolin, que llevaba, de sus doce años, tres trabajando mano a mano con sus tíos.

            Entre risas, chistes y canticos abandonaban los aceituneros el pueblo, en una pequeña pero tumultuosa procesión, cada uno dirigiéndose al olivar donde echarían el día, en una lucha por arrancar el fruto de sus ramas por parte de los vareadores y cogidas, las del suelo, por manos expertas, encallecidas, ásperas y sin embargo hábiles.

            Era en esta peregrinación hacía el olivar, donde las mujeres Jaeneras, dotadas de un carácter alegre y distendido, provocaban a los hombres con coplillas como;

“Cuando paso por tu puerta / cojo pan y voy comiendo / para que no diga tu madre / que de verte me mantengo”

            “Anda y vete al campo / y llora que tienes porque llorar /  que eres muy niño / y ya sabes con dos barajas jugar”

Provocando una lucha feroz de ocurrencia y picardía entre ambos sexos.

Mañanas de frio y escarcha —Antoñico, ¿No tiene usted frio?— le preguntaba una de las mujeres.

            —Dolores, pa que quiero el frio si no tengo pelliza que ponerme— le contestaba con una sonrisa, que a la vez desataba la risa de los demás.

 

            —Juan, echa la lumbre para calentarnos un poco— le dijo a uno de los jornaleros.

            Tenía por costumbre Antonio llevar una botella de aguardiente, que la pasaba a la cuadrilla para que los cuerpos entraran en calor, hombres y mujeres, todos por igual.

            El total de la cuadrilla; once hombres, trece mujeres, dos zagalas y tres mozalbetes lampiños escuchaban alrededor de la lumbre el reparto de faenas. Normalmente dividía las varas de manera que se llevaran de dos a tres olivos por delante, nueve mujeres para coger las del suelo antes de que llegaran los hombres para varearlas, dos para recoger los salteos, y otras dos para la criba y los sacos, los jóvenes los dejaba para apoyar a unos y a otros. Así es como ordenaba la faena, teniendo que cambiarla a lo largo de la mañana para reforzar una u otra labor, dependiendo de las necesidades que surgieran.

            —Vamos al tajo antes que lleguen las lluvias, a ver si hoy nos ganamos el jornal entero.

            Al oír esto, todos al unísono y como uno solo, comenzaban con la tarea encomendada por él. Las recogedoras cogían los cantos rodaos que habían puesto en el fuego, para meterlos en sus bolsillos y de vez en cuando poder calentar sus manos, heladas por la escarcha y el frio de la mañana.

            —“Con las dos manos zagala, que si no el aceite amarga”— Les decía a las más jóvenes cuando las veía utilizando una sola mano.

            Antes de media mañana, daba el primer viaje al cortijo, cargando los mulos con cinco sacos cada uno, los días malos de lluvia y barro, no los cargaba con más de tres o cuatro sacos.

            —Antoñico ¡Que cuida usted a las bestias más que a nosotros! —le decían los miembros de la cuadrilla.

            —No tengáis preocupación por eso, que el día que vosotros hagáis el trabajo que hacen ellas, os he de cuidar tanto o más— Les respondía Antonio de manera agradable pero tajante.

            Después del primer viaje, el almuerzo; Pan, aceite, bacalao, tomate, jamón, queso, chorizo y de postre la consabida naranja.

            Acabado éste, y antes de iniciar la recogida, venían los juegos. El de la navaja era el que más se jugaba por ellos: Se removía un circulo de aproximadamente un palmo, y en el centro se colocaba un palote. Comenzaban tirando la navaja acostada en la palma de la mano, si todos conseguían que se clavara en el círculo, cada uno de ellos golpeaban el palote una vez con el mango de la misma, introduciendo este en la tierra. Seguía el juego lanzándola de diferentes maneras, hasta que uno de ellos no conseguía hincarla. Siendo este el momento más gracioso del juego, pues tenía que sacar el palote de la tierra con la sola ayuda de su boca.

            —¡Vamos recogiendo!— gritaba Antonio para que todos oyesen que la jornada terminaba.

            La vuelta resultaba más tranquila, en silencio, posiblemente encerrados todos en el mismo pensamiento; que harían con los dineros ganados con tantas penalidades. Algunos los usarían para adquirir aquello que tanto deseaban o necesitaban, otros, para poder acabar la casa, comprar ropa para los hijos, el ajuar para la hija que se casaba. O simplemente, lo guardarían para tiempos difíciles.

           

            En estos pensamientos se encontraba cuando entró Manolin, hoy ya Manolo, como lo conocían en el pueblo.

            —¡Buenos días abuelo!

            —¡Buenos días hijo!, parece que va a llover, ¿Adónde vais hoy?

            —Nos iremos a las “Piedras Cobos”, es el mejor sitio por si arranca a llover.

            Antonio se reía para sus adentros pensando que él hubiese hecho lo mismo. Manolo era el único de toda la familia que le gustaba trabajar las olivas y posiblemente se quedara con todas.

            —¿Te importa que hablemos un poco antes de irte?

            —¡Claro que si abuelo!

            —Eres el único de mis nietos y mis hijos, al que le gusta trabajar la tierra. Yo, pronto dejaré esta vida, y me gustaría contarte algo.

            Sabes que empecé comprando los pegotes que nadie quería, los peor situados, y poco a poco iba comprando otro, y otro, y así hasta este momento. Ahora tenemos las tierras suficientes para alimentar a una familia y poder tener una vida sin estrecheces. Todo esto lo hice con la mayor ilusión del mundo, para que el día en que muriera dejara algo a mis hijos.

            Hemos pensado que las tierras, a nuestra muerte, sean para ti y tu familia. Sé que las querrás y cuidaras tanto como lo he hecho yo. Tus tíos y tu madre están de acuerdo en que te quedes con ellas. Pero…… deberás de proporcionarle el aceite del año a cada uno de ellos, creo que el trato es bastante bueno.

            —Me parece un buen trato, ya sabes que para mí, los olivos son mi vida. Se lo importantes que son para ti y la abuela, y espero no decepcionaros nunca.

            —Pero hay algo que si quiero pedirte y que me gustaría que escucharas.

            —Al ir a cualquiera de nuestros olivares, ¿Has visto los de los vecinos?

            —Claro que si abuelo, es difícil no hacer comparaciones con las cosechas de unos y otros.

            —Dime, cuando pasas por ellos, ¿Qué ves de la cruz del olivo para abajo?

            —¡Abuelo!........¿Ahora tiene ganas de acertijos?— Reía Manolo.

            —No, no son acertijos, haz memoria ¿Qué ves?

            —Pues………troncos y tierra ¿No?

            —Efectivamente Manolo, solo troncos y tierra. Una inmensa cantidad de tierra yerma, hasta el desierto del Sahara tiene más vida que nuestras tierras. Cada vez más nos afanamos en controlar las plagas, haciendo desaparecer lo único natural que las eliminan. Nos gastamos dineros en proporcionar abonos, que esparcimos como si fueran macetas, quemando la tierra y la posibilidad de regenerarse. Nos afanamos en hacer pozas para recoger el agua de la lluvia, porque el suelo es incapaz de absorberla. Vivimos preocupados porque no llueve, y cuando llueve nos enfadamos porque tendremos que tapar los arroyaeros que se formen.

            No te digo con esto que trabajes la tierra como lo hacíamos antes. Ahora disponéis de maquinaria especializada para la recolección de la aceituna. No te pido que cultives trigo, cebada, maíz, hortalizas, melones, sandias ni ningún otro cultivo entre las olivas.

            Lo que quiero pedirte, es que dejes que el campo recupere su dignidad, sus raíces. Que sea lo que siempre ha sido, ¡Campo!

            No creo que sea necesario tratar a la tierra como un enfermo crónico, añadiendo los químicos que creemos mejor para una u otra cosa.

            La estoy viendo morir poco a poco, sin solución alguna. No me extrañaría que en la poca vida que me queda acabara embaldosado y la aceituna programada para caer ella sola del árbol.

            —Abuelo, eso es el avance tecnológico, cada vez más, se crean componentes químicos para enriquecer la tierra, para curar las posibles plagas que les pudieran atacar, para cosechar mejor la aceituna, más rápido y con menos mano de obra. Siempre hay que avanzar, los años pasados quedaron, precisamente en eso, en tiempos pasados.

            El aceite es cada vez más conocido fuera de aquí, incluso internacionalmente. Tenemos que ser un país competitivo, tenemos muchos países que se están apuntando al carro del aceite de oliva. Y no podemos nosotros, los que llevamos cientos de años luchando para arrancar del olivo la aceituna y a la aceituna sacarle su aceite,  oro líquido, como se le conoce ahora. Debemos de luchar para no perder la oportunidad que se nos presenta y tener nuestro lugar en el mundo del aceite, y la riqueza que eso supone para personas como usted que tanto han sufrido para conseguir su fruto.

            —Llevas razón, perdona a este viejo chocho. Quizás con la edad me esté volviendo demasiado sensible. Pero me gustaría ver los olivos con sus camas repletas de amapolas, margaritas, lirios, hierbas verdegueando, insectos, pájaros que se alimentan de ellos, conejos, liebres, perdices y los nidos de los pajarillos como el colorín, el chamarín, el verdón……….

            Pero en fin, mi tiempo ha pasado, ahora os toca a vosotros, las nuevas generaciones de aceituneros. Quien sabe, a lo mejor cambia otra vez la manera de ver la tierra.

Deseo que la codicia no entre en tu corazón y agotes las tierras por enriquecerte. Se compraron con un solo propósito, alimentar a la familia y no tener estrecheces. Y sinceramente, creo que no ha sido una mala vida.  

           

 

           

 

sábado, 30 de enero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO XI

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XI

 

—Hola María. ¿Cómo está mi cómplice en la huida?

—Nel ¿Cómo estás? Te iba a llamar ahora mismo para que me explicaras qué es el video que me has mandado.

—Es una grabación que hice con el portátil la noche pasada, y quería que tú lo vieras para saber tu opinión.

—Si no lo has manipulado tú, y es una grabación real, pues que quieres que te diga. Es todo muy confuso. Unas velas que prenden a la misma vez estando alejadas entre ellas, y una sombra o como lo queramos llamar que pasa por la ventana. Creo que deberías enseñársela al dueño de las casas, porque como broma se están pasando. Él sabrá poner medios para evitar que sigan con esa gilipollez. Y tú por favor no te enfrentes a ellos.

—Se lo comentaré a Pepe. Pero sinceramente no creo que sea una broma de mal gusto ni nada que este realizado por una persona. Esto va mucho más allá. Prácticamente desde que llegamos no han dejado de pasar cosas raras.

Anoche, cuando un ruido me despertó, baje para ver lo que había sucedido. No vi nada, miré por la ventana, y aprecié sólo a un tío que todas las noches sube con una linterna hacia la parte más alta de la montaña que tengo enfrente. En ese lugar, dando un paseo, he visto una casa, que debe de llevar mucho tiempo cerrada. Y cuando me serené un poco, percibí un olor en la habitación muy agradable a flores, creo, que son jazmines o damas de noche. Hoy he subido otra vez al lugar donde se pierde la luz de la linterna y no he visto rastro alguno de personas o de alguna actividad furtiva.

—Nel, ¿te das cuenta de que me estás hablando de algo que nunca se ha demostrado? Pretendes convencerme de que estas teniendo experiencias extrasensoriales. Que un espíritu de un lugar en el que nunca has estado, se quiere comunicar contigo. Eso no es posible, Nel.

—María, sabes que nunca he creído en estas revelaciones, incluso estoy empezando a dudar de mi estado psíquico. No sé si tengo principio de esquizofrenia, cualquier tipo de demencia o simplemente me estoy volviendo paranoico. Pero ambos sabemos que no me voy a quedar de brazos cruzados. Necesito saber que está pasando, si es una broma, una paranoia o, como he negado en muchas ocasiones, existe la vida después de la muerte. No la vida física como nosotros la conocemos, sino una vida espiritual.

—Sabes que me preocupa que hables así. No hay nada que averiguar, sea lo que sea, no va contigo. Por favor déjalo estar y vente para casa.

—No puedo. Si abandonara esto no dejaría de atormentarme todos los días. Necesito saber qué es y por qué está pasando. Pídeme lo que quieras, pero ahora no me puedo marchar. Y no es solo cabezonería o amor propio, hay algo que me ata y la única manera de liberarme es saber por qué.

—Comprendes que no te puedo animar a que sigas hasta que sepas que está pasando y por qué. Y también me dejas sin argumentos para hacerte desistir. Pero no puedo evitar sentirme mal, si al menos estuvieses acompañado —y no me refiero a Thor— estaría más tranquila.

—Puedes estar tranquila cariño. No soy tan joven y alocado para meterme en un jardín del que no pueda salir. Pero siento que alguien o algo me necesita. Y no voy a perder la oportunidad de tener una relación con algo tan raro, por describirla de alguna manera. Y si te puede hacer sentir mejor, te llamaré todas las noches.

—Gracias. Aunque creo que nos hemos dejado llevar por la pasión de un tema que no conocemos. Llámame de vez en cuando. Un abrazo muy grande.

—Adiós, preciosa, y muchas gracias por hacer que me sienta querido.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO X

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO X

 

—Me voy a poner como un toro de tanto subir aquí— le comentaba a Thor cuando llegaban al lugar donde vio por primera vez la linterna —Aquí no veo nada. Acerquémonos a la casa.

—Hola Nel— le saludó Johanna, dándole un susto de muerte.

—Hola guapa, perdona, estaba pensando en mis cosas y no te esperaba.

—Debería ser muy interesante para no darte cuenta de mi presencia— le dijo Johanna sonriendo.

—No, en absoluto. Y me alegro mucho de tu presencia. Estaba pensando en las personas que vivían aquí, aisladas del mundo, y con la imperiosa necesidad de ser autosuficientes. Aunque en esa época estarían acostumbrados a andar más de lo que lo hacemos ahora, y el pueblo esta aproximadamente a unos diez kilómetros. Personalmente es una forma de vida que me atrae mucho. Cuantos días, semanas e incluso meses estarían sin bajar al pueblo a por víveres. Me los imagino realizando sus conservas, haciendo su propio pan, preparando las carnes para guardarlas en el aceite donde eran cocinadas y en salazón. Cosechando heno para alimentar a sus animales y frutas y hortalizas de invierno de su huerto para ellos. Sinceramente, me gustaría vivir así, pero con matices. Mi furgoneta que no me la quiten, y si puede ser el móvil e internet tampoco. Y a ti ¿Te gustaría vivir así, aislada de la rutina, las prisas, el estrés?

—Ni de coña, yo soy urbanita. Eso que tú deseas está muy bien pero solo para unos días— le dijo Johanna mientras reía.

—Malamente empezamos.

Rió ella con esa sonrisa que le hacía a Nel parecer un bobalicón mientras la observaba.

— ¿Bajamos? Mañana he de madrugar— le pidió Johanna.

—Vale— respondió Nel iniciando el camino hacia la ermita.

—Johanna, voy a saludar al pastor, estoy muy interesado en ver que me pueden contar de la casa y de la familia.

—Vale, yo me adelanto. Adiós, Nel.

—Adiós, Johanna. ¿Mañana vendrás por aquí?

—No  lo sé, depende como se me dé el día, si escapo con tiempo nos vemos aquí.

—Hola, buenas noches. Para la casa ya, ¿no?— le dijo Juan en forma de saludo.

—Ya vamos a recogernos. Perdone que le entretenga un poco, pero hay algo por lo que siento cierto interés ¿Usted conoció a las personas que vivían en la casa de ahí arriba?— le dijo Nel señalando al lugar donde se encontraba la casa.

—No, cuando yo nací, la casa ya estaba deshabitada. Pero si tiene mucha curiosidad, mi padre sí los conocía. Posiblemente mañana suba conmigo.

—Muchas gracias, si no le importa, mañana subiré a hablar con él. Por cierto, soy Nel. Estoy alojado ahí enfrente, en las casas de Pepe.

—Tanto gusto. Juan— le dijo mientras estrechaban sus manos.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO IX

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO IX

 

— ¡Thor despierta! ¡Están abajo!— Le dijo Nel, sin percatarse de que ya estaba al principio de las escaleras con el lomo erizado, el rabo entre las piernas y emitiendo un ruido que no llegaba a ser gruñido, sino al contrario, un signo de miedo.

—No tengas miedo campeón, acompáñame y vemos que gracieta han hecho esta noche. No creo que hayan sido tan inteligentes de ver que el portátil estaba grabando. Y mañana serán ellos los que se lleven el susto.

Cuando llegaron abajo, vieron que las velas, como cada noche, estaban encendidas. Velozmente se fue a la ventana, y asomándose todo lo que podía, no consiguió ver nada, excepto la pequeña luz de la linterna a la altura de la ermita, que seguía su ascendencia de una manera tan rápida que no podía ser una persona por mucho que pudiera correr.

—Esto ya es mucha casualidad— Le decía a Thor —Lo que pasa aquí en la casa, de alguna manera está vinculado con el de la linternita. Pero por otra parte, no conozco ninguna persona que pueda ser tan veloz, en la noche, en un lugar tan accidentado como este y con la luz de una linterna.

Mirando a su alrededor vio que aparte de las velas encendidas, estaban tirados en el suelo los diferentes folletos informativos de los lugares para visitar. Pero llamó su atención que no estaban dispersados por todo el piso, sino todo lo contrario, agrupados en mitad de la habitación. Tomó una fotografía para verla con más detalle, no le convencían que hubiesen quedado en esa posición fruto de una caída fortuita.

Preparó su café y su primer cigarrillo, parsimoniosamente, sabiendo que pronto tendría solucionado e identificados a los creadores y ejecutores de una situación tan absurda como estresante, cuando se dio cuenta de que la habitación estaba impregnada de un agradable aroma a jazmines o dama de noche, creyó identificar.

—Oye Thor, después de tantos días aquí, aun no me había dado cuenta del agradable aroma que hay en la casa. Fuera debe de haber un jazmín o una dama de noche, y el aroma debe de haber penetrado cuando he abierto la ventana. 

—Vamos a visionar la grabación en la última hora que ha sido más o menos cuando nos han despertado.

Estaba contemplando la grabación, en la que no había nada, solo una imagen iluminada por la poca luz que entraba de las farolas del exterior. Cuando de repente observó que el portátil estaba girando, lo que demostraba que habían estado dentro. Quedando con la boca abierta cuando vio que las dos velas se encendían a la vez sin que ninguna llama se le acercase. La detuvo y la retrasó en varias ocasiones, sin dar explicación a como se habían encendido las velas. Siguió viendo la grabación, cuando vio pasar por la ventana una sombra, clara y con la sensación de que estaba iluminada por una luz diferente a la que emanaban las farolas.

—Dios campeón, se me han puesto los pelos de punta. Eso no es normal. Aunque es imposible que sea lo que me estoy imaginando, no puede ser, me niego a creer que esto me pueda suceder a mí.

Le vamos a mandar el video a María, necesito que sea visionado por una persona que no sea tan sugestiva como yo y no haya estado sometida a los acontecimientos de las noches pasadas. Y tampoco me encaja que las dos velas prendieran a la vez, para eso se necesitaría dos personas muy bien sincronizadas, y no ver ninguna llama que se acerque, ni chispas saltando, tampoco se aprecia que las velas estuvieran ocultas por algo que al retirarlo aparecieran encendidas. Observa como en ningún momento desaparecen las velas de la imagen.

Y qué me dices de la velocidad con la que subía el de la linterna, no se dé ninguna persona que pueda correr tan deprisa por un terreno con esas características. ¡A no ser¡ que la linterna no la porte una persona, sino que la lleve un congénere tuyo. Pero no me hagas caso porque eso sí que es absurdo, luego subiremos otra vez.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO VIII

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO VIII

 

— ¡Hola María! ¿Qué tal?

—Hombre, el niño perdido y hallado en la montaña. Por aquí todo bien, y tú ¿cómo llevas tu introspección?, a ver si consigues aclararte y te vienes pronto.

—Pues la introspección no sé cómo va, pero me lo estoy pasando de fábula. Bueno anoche estuve a punto de atropellar a una chica, y hoy mientras daba un paseo la he vuelto a ver.

—Y el pueblo, ¿es tan bonito como te esperabas o te ha desilusionado?

—Ya lo creo. La mayoría de las casas son de piedra, como a mí me gusta. Y tiene muy pocos habitantes que como sabes es otro punto a su favor. Aunque si lo comparamos con la infinidad de aldeas que hay por aquí, es multitudinario.

— ¿Estás solo o hay gente en las otras casas?

—Estoy solo, si viene alguien será para pasar el fin de semana. Pepe me dijo que solo tenía dos fines de semana alquilados. Así que prácticamente estamos solos. Bueno entre comillas. Parece ser que hay unos gamberretes, que deben de tener una copia de la llave, y de vez en cuando me hacen alguna trastada. Pero esta noche tienen una sorpresa preparada.

— ¿Se lo has dicho al dueño de la casa?

—Sí. Pepe dice que no es normal, y que no hay chavales en el pueblo ni por la zona, que se dediquen a hacer esas tonterías. Se lo ha comunicado a la guardia civil y agentes de medio ambiente.

—No te vayas a pasar con ellos, que tú eres más burro que un arao. Posiblemente solo sea un poco de ganas de broma.

—No, solo voy a poner el portátil para que grabe toda la noche por si deciden venir hoy. Y si los pillo pues que Pepe haga lo que deba, al fin y al cabo el negocio es suyo.

—Bueno, yo sé que tú tienes buen criterio y acertarás en la decisión de lo que hacer con lo que grabes. Te dejo que necesito hacer unas cositas antes de ir a la cama. Luego me cuentas. Cuídate mucho.

—Lo haré cariño. Descansa y que tengas dulces sueños.

Como le dijo a María, después de cenar y fumar un par de cigarrillos en la puerta con una manta sobre los hombros, dejó su portátil grabando, tapando con cinta aislante negra todos los pilotos que lo pudieran delatar.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO VII

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO VII

 

 Desayunó tranquilamente, mientras esperaba a Pepe que quedó en subir sobre las diez cuando él lo llamó para contarle todo lo sucedido desde que llegaron.

—Hola Nel. Buenos días. He hablado con la Guardia Civil, los agentes forestales y algunos vecinos, referente a lo que me contaste de estas noches atrás. Y ninguno de ellos ha visto nada raro por la zona. Referente a lo de la casa, ni yo ni la chica que se encarga de las casas, hemos entrado.

—No sé Pepe, es muy raro todo. Que entren en una casa, dejen lo único que tiene un cierto valor, como es el equipo fotográfico y el portátil, que registren una maleta y antes de irse dejen las velas encendidas. No tiene sentido ni lógica.

—Aquí nunca han robado. Lo que sí me parece raro es que hayan entrado sin romper ventanas ni forzar la puerta. No obstante le he pedido a la Guardia Civil, que estén pendientes durante su patrulla por si ven a alguien por aquí. Y tampoco he echado en falta ningunas llaves.

—Muchas gracias, Pepe.

Prácticamente con medio día perdido con la conversación, decidió comer pronto y subir otra vez a la montaña. Esperaba encontrar algo que diera una explicación a la presencia en ese lugar y a esas horas, de una persona con una linterna. Aunque en su fuero interno no dejaba de pensar que era un cazador furtivo.

Al pasar por los pastos, en la subida, encontró al pastor cerca de la valla bregando con lo que debería de ser una alpaca de heno o similar.

—Buenas tardes, bonitas vacas, estas son autóctonas ¿verdad?

—Sí señor, la casina como aquí la conocemos.

—Estas están dedicadas a la producción de carne. Y por su aspecto debe de ser de muy buena calidad.

—Vaya que sí ¿Ha probado usted ya su carne?

—Aún no, porque llevo pocos días aquí en la zona. He venido para ver esta tierra y por supuesto a disfrutar de sus manjares.

—Pues cuando la pruebe, verá usted que carne más exquisita.

—Muchas gracias, le dejo que siga con su tarea. Yo por mi parte voy a seguir con mi paseo.

      ¿Qué va, arriba?

—Sí, quiero subir hasta una casa que hay en medio del bosque.

—Tenga cuidado con el cortado, de noche es muy peligroso y hay varias simas en las que puede caer.

—Gracias por su consejo. Adiós.

No dejaba de darle vueltas al lugar en el que estaba situada.

—Vamos Thor que la noche está al caer.

Cuando ya estaba a escasos trescientos metros de la ermita, vio a la chica que estuvo a punto  de atropellar.

—¡Hola! Cómo esta después del susto de anoche.

— ¡Ah! ¡Hola! Muy bien, siento mucho el sobresalto de ayer. No me di cuenta del lugar por donde estaba cruzando.

—No pasa nada. Lo importante es que no la alcancé con la furgoneta.

—No, desde luego— le respondió sonriendo.

Con esa pequeña conversación llegaron al cruce de caminos.

—Me alegro que estés bien, y mucha gracias por la compañía. Espero verte en otra ocasión— le dijo Nel mientras cogía el carril en dirección al puente.

—Puede ser, vengo mucho por aquí. Adiós Nel.

—Adiós, Johanna.

—Te habrás fijado en el detalle— le comentaba a Thor —Se ha acordado de mi nombre. Y de su sonrisa qué me dices ¿Es bonita verdad?

 

viernes, 22 de enero de 2021

La Carta

 

Mi querida Johanna.

Por medio de esta te hago llegar mis sentimientos más profundos, esperando que las palabras aquí escritas no sean una ofensa para tu persona, si no, todo lo contrario, que te hagan ser sabedora del amor que por ti siento. ¡Te amo!

            Te amo inconscientemente, descaradamente,  espontáneamente.

            Te amo cuando no debería amarte, sin pensar consecuentemente.

En mis noches de insomnio te amo, te amo en mis días aciagos, patéticamente, desbordadamente, extrañamente… Te amo.

            Te amo sin explicación, de una forma ilógica.

            Te amo sin saber por qué te amo, en cualquier momento te amo, te amo en mis momentos tristes y felices. Te amo cuando yo no me amo.

            Te amo cuando todos me dicen que no me amas, cuando mi realidad me pide que deje de amarte. Cuando mi corazón sufre por tu amor y mi cabeza inventa miles de pretextos para no amarte.

            Te amo, te amo de una manera incomprensible, de una forma inconfesable, de un modo contradictorio.

            En mis diferentes estados de ánimo que cambian continuamente… Te amo.

            Te amo sin entender el mundo que me rodea, la gente que no comprende mi necesidad de amar, con mis pensamientos opuestos, con mis emociones desbordadas como una catarata de sentimientos que se estrella contra las rocas.

            Te amo… sabiendo que el destino que te trajo a mí, está haciendo gala de la ruindad de negarme tu amor.

            De una forma irresponsable, involuntaria, carente de reflexión… así te amo.

            Te amo por instinto, por el impulso que me impide razonar, incapaz de coordinar, sin importarme el qué dirán. Te amo sabiéndome flagelado por aquellos que piensan que no puedo amarte.

            Sin cuestionarme mi vida a tu lado, simplemente porque te amo.

            Misteriosamente, mágicamente, milagrosamente… sencillamente ¡Te amo!

           

                        Nel!!!

AL ATARDECER // CAPÍTULO VI

 

ATARDECER

CAPÍTULO VI

 

—Buenos días Pepe.

—Hola Nel ¿Cómo va su estancia? ¿Está disfrutando del lugar?

—Pues la verdad Pepe es que estoy muy a gusto. Pero hay algo que quería comentarle. Esta madrugada ha habido alguien aquí, bueno la verdad es que solo oí una voz que llamaba a otra persona y un golpe fuerte. Cuando llegué a la puerta no vi a nadie y me encontré con la barbacoa tumbada.

—Es raro eso que me cuenta. Las casas están vacías, siendo usted el único que está aquí. Puede ser que haya sido alguien de paso.

—Hombre Pepe, de paso no creo, eran casi las cuatro de la mañana.

—No sé, es muy raro. Pero si vuelven a molestarlo me lo dice.

—De acuerdo Pepe, ahora nos marchamos que vamos a ir a pasar el día en Lugo. Quiero ver la muralla y la parte vieja de la ciudad.

—Es muy bonita y está muy bien conservada. Verá como le gusta.

De regreso ya para su morada,  se dio cuenta de que el atardecer se había realizado de manera brusca, envolviéndolo todo en tonos grises, cuando comenzó el tramo final hasta llegar a ella. Observó que ese anochecer tan prematuro se debía a la gran cantidad de árboles que había, entrelazándose unos con otros, creando la mayor bóveda natural que el recordaba.

¡Joder! Que susto —Gritó Nel mientras pisaba a fondo el pedal de freno de su coche.

—¿Se encuentra bien?— Le pregunto.

—Sí.

—Perdone si la he asustado, ha sido todo tan rápido, creía que la arroyaba.

—Ha sido culpa mía, no debía de haber cruzado tan cerca de la curva.

— ¿Necesita que la acompañe a su casa?, es ya muy tarde.

—Gracias, pero vienen a recogerme, he decidido caminar para acortar camino.

—Si me promete que no necesita nada sigo mi camino.

—Gracias, estoy bien y llegarán pronto.

Iniciaba su camino cuando volvió a parar, asomando su cabeza por la ventanilla —Perdona, me llamo Nel, estoy en la casa de Pepe, si necesitas algo no dudes en pasarte.

—Yo, Johanna. Gracias.

—Adiós, Johanna.

—Qué guapa es —le dijo a Thor iniciando el tramo final hasta llegar a casa.

—Pasa guapo que estoy deseando pillar el sofá— le ordenaba mientras abría la puerta.

Thor quedó parado ante la puerta, con sus orejas dirigidas hacia delante y su trufa olfateando nerviosamente. Al mirar Nel el interior se volvió hacia él.

— ¡Vamos a ver! ¡Vamos a ver! Esto ya sí que no me cuadra ¿Cuándo cojones hemos encendido nosotros las velas de la mesa? —Miró el lugar donde guardaba la cámara fotográfica y el portátil, encontrándolos como él los había dejado. Pero no la maleta, que estaba tirada y con la ropa por el suelo.

— ¿Puede ser que hayan entrado a robar, Thor? Aunque si fuese así, carece de lógica, no echo nada en falta y no creo que ningún chorizo se pare a encender unas velas. Las ventanas y la puerta estaban cerradas, por lo que si alguien hubiera entrado, solo podría salir por la que entró. Cosa que es imposible porque solo se pueden cerrar desde dentro. Lo que nos deja una única posibilidad, y es que hubiese accedido al interior por la puerta, con una copia de las llaves.

Mañana quiero hablar con Pepe para preguntarle si han sido ellos. Se quedó fumando un cigarro en la puerta, aprovechando el frescor de la noche, que después del verano tan caluroso y largo, era algo que le hacía sentirse muy bien antes de ir a dormir.

—Sihhhh caya Thor. Escucha— le dijo mientras se acercaba a la ventana sin dar la luz.

— ¿Lo has oído? Es la misma voz y la misma llamada que la noche anterior.