AL ATARDECER
CAPÍTULO I
El
aullido del lobo, como cada día, de lunes a viernes a las seis y media. La
alarma del móvil le comunicaba que un nuevo día comenzaba. No la paraba en el
momento, dejándola sonar para trasladarlo a un lugar del norte. Cerraba los
ojos y se dejaba llevar a un mundo creado por él. Deleitarse con el solo
pensamiento de estar junto a ellos, en el lugar que por derecho les pertenece.
Despertar con su lamento, con el lamento del que poco a poco pierde el mundo
heredado, del que es hostigado y perseguido hasta su muerte por el solo hecho
de nacer lobo. A veces tan real que le parecía sentir la brisa del aire que
pasaba sigilosa entre los arboles del bosque, el olor a tierra mojada por la
llovizna de la noche, el alboroto de los pájaros al desperezarse. Observar como
el sol empujaba a las sombras, ganándole terreno a cada paso, dejando ver la
belleza de aquello que ocultaban.
Pero
en esta ocasión, como venía siendo frecuente, no necesitó de su sonido para
despertar. Desde hace ya bastante tiempo, le costaba conciliar el sueño, y las
veces que lo hacía, no conseguía dormir más de tres o cuatro horas. Y así, uno
tras otro pasaban los días, que cada vez más se le hacían interminables,
tediosos y agotadores. No recordaba cuando fue la última vez que durmió una
noche entera. No dejaba de darle vueltas con intención de saber qué provocaba
ese insomnio.
Una
vez aseado y como algo automático, preparó su café y su primer cigarrillo de la
jornada, lo que le producía un pequeño placer. Preparando cual actor
hollywoodiense, la imagen de una persona que según la opinión de todos, era
optimista, alegre, adorable, siempre con una sonrisa en sus ridículos labios.
Pero la realidad era otra muy distinta. En sus momentos de soledad junto a
Thor, era totalmente distinto en su forma de ser. Lo que le llevaba a no saber
quién era en realidad.
Tenía
ya un poquito más de medio siglo, y cada vez más se cuestionaba su vida. Qué
estaba haciendo con ella, qué papel le había tocado desempeñar en este mundo
que él no conseguía encontrar. Por qué no encontraba la compañía tan deseada,
esa persona que le hiciera más llevadera su existencia, con la que despertar
cada mañana, a quién decirle adiós sabiendo que pronto la vas a volver a ver.
Con quién discutir por temas sin importancia, sabiendo que luego vendría la más
agradable de las reconciliaciones. Alguien a la que pudiera comentar como ha
ido el día, con quien poder salir a tomar una copa sin escuchar absurdas
escusas, o simplemente, como la mayoría de los seres humanos, poder dormir
abrazado al ser amado.
Y
fue en esa mañana cuando decidió que haría todo lo posible por dedicarse un
tiempo para encontrarse, salir de la monotonía en la que se había convertido su
vida e intentar conservar lo único que aún tenía, su trabajo y compañeras. No
dándose tregua decidió que el próximo fin de semana se pondría manos a la obra
para realizar esa ansiada y a la vez necesaria escapada.
El
sábado, fuera de lo que venía siendo la tónica general, le obsequió con un
sueño de los que tanto añoraba. Observó a través de la ventana como el amanecer
empujaba a la noche para su retiro, presentando un tono plomizo, signo de la
pronta aparición del sol, que en esa mañana, al no haber ninguna nube en el
horizonte, le regalaría un día luminoso y agradable, llevándole este pensamiento
a la esperanza que lo planeado los días anteriores seria fructífero.
Y
con la firme decisión de afrontar un día agotador enganchado a su portátil y a
su móvil, pero con la determinación de no darse por vencido, bajó como cada día
que no iba a trabajar a las perreras que se encontraban al final del huerto,
aproximadamente a la distancia del ancho de un campo de fútbol. Donde uno por
uno fue saludando a sus perros. Acompañado de Thor, por el que sentía una
especial debilidad. Era un Pastor Alemán con un carácter equilibrado, quedando
junto a Nel como el amigo fiel que no encontraba en los humanos. Desde que
apareció en su vida se convirtió en su sombra, compartiendo todo el tiempo que
podían estar juntos. Formando ambos un solo ser. Había algo en él, que no sabía
explicar, pero que fue el detonante de esa amistad inquebrantable. Se sentía
muy feliz acompañado por él. Olvidaba sus problemas cada vez que llegaba a su
casa. Conocía sus momentos de tristeza y alegría, sabía qué hacer en cada
momento, aproximándose o alejándose. Entendía y respetaba sus momentos de
soledad, sus cambios de humor. Pero cada vez más necesitaba la compañía de otra
persona con la que compartir sus vidas.
Hoy
no tenía prisa por nada, tomaría su desayuno tranquilo acompañado por Thor.
Aprovechando la inusual temperatura que
se estaba dando a finales de septiembre, posiblemente debido al cambio
climático, del que tanto se estaba hablando últimamente. Pensó que sería una
buena idea hacerlo en la lonja, tranquilos, disfrutando de todo lo que les
rodeaba. Observando a los pajarillos que venían a beber a la fuente que
construyo para ellos, las atareadas abejas consumiendo el néctar de cada flor,
los bandidos de los gorriones que comían más que todas las gallinas que tenía y
los sibilinos gatos que esperaban pacientemente para caer de manera fulminante
sobre alguno de ellos.
Hoy
vamos a desayunar en la lonja —le dijo a Thor— Sin prisas, disfrutando de este
día y de este momento, que aunque no deja de crearme cierta inquietud por la
escasez de lluvia, tampoco voy a caer en la desesperanza de esperar la llegada
de las mismas. Vertió el pienso de Thor en su comedero y después empezó a
degustar su desayuno. Un desayuno mediterráneo: tostada con aceite, tomate,
jamón serrano y queso, acompañada por un café y rematándolo con un zumo de
naranja.
—En
el momento que acabemos nos ponemos manos a la obra con la búsqueda del lugar
que será nuestra residencia por unos días campeón.
Thor una vez saciado su apetito, pasó a ocupar
su lugar preferido, que no era otro que acostado al lado de Nel con su cabeza
bajo la silla que él ocupaba.
—Thor,
hay un lugar que a mi particularmente me gusta mucho, y que me gustaría que tú
conocieras. Solo lo he visitado en dos ocasiones y ésta será la tercera. Cuando
lo veas te aseguro que me darás la razón. Es un pedazo de naturaleza pura,
rodeada de cumbres donde predomina la caliza y donde podremos observar si
tenemos suerte las rapaces que por aquellos picos vuelan de manera tan
elegante. Verdes montañas por las que bajan caudalosos ríos, haciendo que la
tierra sea fértil, y creando con sus aguas bosques tan tupidos que no dejan
pasar la luz del sol. Por los que pasear
se convierte en una experiencia cercana a la vida de un anacoreta. Y a
poco que dejes volar tu imaginación, creerás que has retrocedido a la época en
la que aun vivíamos de lo que cazábamos o recolectábamos. Y en nuestro
deambular por esa tierra veremos lagos, fuentes y cascadas de aguas
cristalinas, árboles frutales, brañas, inmensas praderías donde pastan los
rebaños. Y por supuesto, como no puede ser de otra manera, disfrutaremos de los
placeres de una gastronomía única con la fabada, los quesos, la sidra y muchos
otros manjares de esa preciosa tierra.
Transcurridas
unas horas, y cansado de ver la gran cantidad de alojamientos que había por
alquilar, se decidió por una casa que reunía bastantes de los requisitos, pero
que no sabía si estaba en un pueblo o en la montaña, Según la información que
había en internet, se encontraba en las proximidades del río Turia.
—Dígame.
—Hola
buenos días. ¿Gabriel?
—Sí,
dígame.
—Estaba
interesado en la casa de turismo rural que tiene en las inmediaciones del río
Turia.
—La
casa está en Taramundi, un pueblo del Concello de Taramundi. Es para seis-ocho personas, y si
la ha visto en el ordenador, se habrá dado cuenta por las fotos, que está muy
bien acondicionada. La casa es de piedra, con más de un siglo, heredada de mis
padres y éstos a su vez la recibieron de los suyos. Se le hizo una reforma
cuando empezó el movimiento de personas que les gustaba el turismo rural.
—La
casa la he visto en la página, es preciosa y el entorno seguro que también
Gabriel. Pero estoy buscando algo que esté en la montaña, y si no es posible,
que al menos esté alejada de cualquier población.
—Por
lo de la montaña no hay problema porque estamos rodeados de ellas, y la casa ya
ha visto que está muy bien. El pueblo no es muy grande y como punto de partida
para visitar los alrededores y ver todo lo que le ofrece es muy bueno —Nel no
dejaba de mirar a Thor, enojado por la insistencia de Gabriel— El acceso es a
través de la nacional seiscientos cuarenta, y no tiene que ir circulando por
carreteras y caminos de difícil acceso.
—Sí,
sí, lo entiendo perfectamente. Yo solo necesito poder acceder con el coche.
Mientras pase la furgoneta no hay problema. Y la vedad es que hay muy pocos
sitios por lo que no pueda pasar. Muchas Gracias Gabriel, perdone usted las
molestias. Voy a seguir buscando.
—Ahora
que lo pienso, puede ponerse en contacto con Pepe. Él se dedica a la
compra-venta de casas e incluso de aldeas abandonadas, y creo que también tiene
algunas casas para el turismo rural. Puede mirar en el ordenador y llamarlo por
teléfono, o mejor, espere un momento y se lo doy, creo que lo tengo anotado por
aquí.
—Muchas
gracias por todo Gabriel.
Inmediatamente
cogió su portátil y empezó la búsqueda, encontrando la página web rápidamente.
Sin salir de ella, empezó a marcar el móvil que indicaba en la misma.
—Buenas
tardes. ¿Pepe?
—Hola
buenas tardes.
—Le llamo
porque estoy interesado en alquilar una casa, he hablado con un vecino de
Taramundi y me ha comentado que usted tenía algunas casas para alquilar. Personalmente estoy buscando una que este lo
más adentrado posible en la montaña. Necesito tranquilidad para un trabajo que
estoy realizando, por lo que quiero evitar en todo lo posible cualquier
distracción o ruidos que me desvíe de mis objetivos.
—Le han
informado bien, en realidad tengo varias casas por la zona de Taramundi. Hace
ya unos años que decidí hacer algo por mi tierra, a la que estaba viendo
desaparecer agónicamente y sin perspectivas de salvación. La mayoría de los
jóvenes emigran a ciudades más grandes e incluso al extranjero. Esto llevó a
que muchas aldeas quedaran totalmente abandonadas. Pero el cambio de tendencia
en el turismo, al que le gusta disfrutar de la naturaleza y de todo lo que
aporta, ha hecho resurgir la vida en estas aldeas abandonadas. Y por lo que
usted me comenta, estoy seguro de que el lugar ideal son las casas de Teixois.
Es una aldea de cuatro casas que compré y reformé para el turismo.
—Y en la
aldea, ¿cuántas personas viven?
—La aldea
al completo como le he contado son cuatro casas de mi propiedad, destinadas al
turismo rural, allí no vive nadie. Los únicos habitantes son las personas que
vienen a visitarnos y a pasar unos días con nosotros, rodeados de una
espectacular naturaleza.
—
¿Las casas están equipadas
completamente?
—Las
casas están provistas de ajuar y electrodomésticos como cualquier hogar. Sólo
necesita la comida ¿Usted para cuando tiene pensado venir?
—Si todo
sale bien, el próximo sábado salgo para allá y mi intención es pasar allí sobre
treinta días.
—Para
esas fechas no tengo muchas reservas. Y sinceramente, teniendo en cuenta el
tiempo que se avecina no espero que se ocupen todas y las que se ocupen no será
por más de un fin de semana. Deduzco por
la conversación que vendría usted solo, ¿verdad?
—Realmente
solo no voy, siempre me acompaña Thor, mi perro. Espero que esto no suponga un
problema para usted.
—Ninguno,
usted puede venir con su perro y estar el tiempo que quiera. Y por lo de los
ruidos no se preocupe, porque la mayoría de los días estará usted solo en la
aldea. Y los únicos sonidos que va a escuchar serán los que la montaña le
regalará.
—Por fin
tenemos casa ¡amigo mío! Cinco días, solo cinco días y nos pondremos rumbo al
paraíso.
No era
consciente del tiempo transcurrido, hasta que el rugir de sus tripas le
comunicaba que ya llevaba tiempo sin recibir alimento sólido. No pensó hasta
ese momento en la comida, y no había preparado nada, pero fue peor cuando al
abrir el frigorífico se encontró con una imagen desoladora. Quedaba patente que llevaba unos días mal, en
los que ni siquiera se había preocupado de tener su almacén de la alegría
plenamente abastecido. En el estante superior, cerveza, en el que le seguía en
orden de bajada, cerveza y refrescos de limón. En el siguiente un recipiente con algo en su interior, que de
ser alimento, el tiempo paso por él de manera inmisericorde, porque en nada se
parecía a algo comestible. Prosiguiendo con su desesperada búsqueda, un pedazo
de queso que ya era todo corteza de lo duro que estaba, unos tomates que ni
para la tomatina los aceptarían. Los huevos se los llevó el día anterior su
madre. Decidió pasar al congelador, algo abría allí que pudiera tranquilizar el
incesante reclamo de su estómago. En él, aparte de una bolsa de cubitos de
hielo, unos tuppers vacíos y entre ellos uno con una etiqueta en su tapadera
—Estofado de ternera— una vez más su querida compañera y amiga María , le
sacaba de un apuro. Era la primera y la única persona que le venía a su mente
cuando hacían referencia a la amistad. No sabía ya los años que llevaba
conociéndola y las miles de ocasiones que le había ayudado. Pero no solo a él,
ella se entregaba a todos los que pedían su ayuda, lo que valoraba Nel sobre
todas las cosas.
Vertió el
contenido en un plato para descongelarlo y después calentarlo. Cuando abrió la
puerta del microondas lo inundó un aroma exquisito y al degustarlo quedó hechizado
por su sabor. Algún día le preguntaría cuál era su secreto para que una vez
congelado y recalentado no perdiese el aroma ni el sabor. Sin duda alguna la
vida la había escogido para repartir felicidad. Nel no recordaba ningún
episodio de furia ni enfado en ella.
El
estofado estaba aderezado con diferentes plantas aromáticas de su huerto, y una
serie de especias que nunca podría averiguar. Para acompañarlo descorchó una
botella de vino de la ribera del Duero que compró en un viaje a Burgos.
Sirviéndose una gran copa, nada parecido a las copas medio vacías servidas en
restaurantes de cierto glamour, que tanto le molestaba. Remató tan suculenta
comida con un chupito fresquito de orujo de café que le trajeron de Galicia.
Empezó
los preparativos de su deseada escapada prácticamente ese mismo día, anotando
todo lo que debía de hacer antes de irse y lo que tendría que llevar para estar
tanto tiempo fuera de su hogar.
A
diferencia de las últimas semanas, se encontraba feliz, y con los nervios de un
niño que muy pronto viajaría a un lugar mágico.
Al
día siguiente le dijo a María que le gustaría desayunar a solas con ella, para
comentarle lo que en silencio había planeado. Porque él sabía que si la hubiese
hecho participe de su deseo, lo habría convencido para que no lo hiciese,
quitándole hierro al estado en el que se encontraba.
—Buenos
días Nel, ¿lo de siempre?— Le pregunto Kiko, el dueño del establecimiento.
—Sí
por favor, ¿y tú? —Le pregunto Nel a María
—Un
café y un cuarto de tostada con jamón.
—Bueno,
quería estar a solas contigo para comentarte algo que voy a hacer.
—Sí,
porque me tienes intrigada desde que me has dicho que querías que desayunásemos
solos. Imagino que será algo importante ¿no?
—La
verdad es que creo que no tiene mucha importancia. Pero sí quiero que lo sepas,
porque tendrás que dar explicaciones a todo el mundo. No sé si te habrás dado
cuenta que llevo un tiempo bastante raro, estoy cansado, apático, y sin ganas
de estar con nadie.
—Sí,
no te he querido preguntar, pero tu cara lo demostraba, eres incapaz de
disimular tus emociones con los que te conocemos. Y el otro día tuviste un
trato muy desagradable con una chica que solo quería hacerte una pregunta, la
verdad es que me dejó bastante sorprendida. Pero todos podemos tener un mal
día, lo malo es que a ti se te nota mucho. También he observado que la
complicidad que tenías con nuestra compañera, por lo que sea ha empeorado.
Imagino que últimamente hemos tenido muchos cambios en la forma de trabajar y
creo que tú no los has asimilado muy bien.
—Sí,
últimamente no lo estoy pasando muy bien, Desde que tuve el problema con
nuestra compañera, no he vuelto a ser el mismo. No debería de haber reaccionado
así, pero me dolió mucho su comportamiento. Quizás eso haya sido el detonante
que ha abierto la caja de pandora, donde tenía guardados viejos recuerdos,
dolorosos hasta la extenuación, que me están volviendo a golpear. Y por
supuesto también llevas razón en lo del trabajo, el cambio en la forma de
realizarlo ha creado una tensión muy grande entre los compañeros y posiblemente
también haya influido en mi estado anímico. Todo esto sumado, ha hecho
tambalear mí vida. Me están surgiendo dudas a las que no se dar respuesta, por
lo que he decidido darme un tiempo para mí. Intentar encontrar una explicación,
en la soledad, que no puedo tener con la monotonía de mi vida. Necesito
escapar, y aunque sea por un corto periodo de tiempo, creo que me va a venir
muy bien.
—Y
qué piensas hacer, ¿esconderte de las personas que te causan daño en vez de
enfrentarte a ellas? ¿Dejar el trabajo que llevas tantos años realizando?
Siempre has luchado, y nunca por muy fuerte que fuese el golpe, has dejado de
levantarte y seguir luchando. Quizás no sepa lo que te ha pasado, pero imagino
que ha debido de ser muy fuerte para ti.
—No
se trata de las personas ni del trabajo, simplemente es mi vida, tengo ya un
poquito más de medio siglo, y la gente nunca ha sido un problema para mí. Lo
ocurrido simplemente es algo que me ha abierto los ojos, y me ha hecho
replantearme muchas cosas. Estoy cansado de una vida en lo que nada es lo que
parece. De vivir en soledad, de no conocer la amistad verdadera, excepto
contigo. Sé que el concepto de amistad para mí no es el que se tiene hoy en
día. Nadie se preocupa de los demás, no te hablo de los extraños, si no de las
personas que vemos a diario, que compartimos mucho tiempo a lo largo del año.
Hemos llegado a un individualismo terrible, en el que los problemas, las
desgracias o cualquier desdicha que le pase a otros no son de nuestra incumbencia.
Con lo fácil que es decir unas palabras de apoyo, dar un abrazo, un cuenta
conmigo para lo que necesites. No María, no es difícil dar un poco de aliento a
los que están a nuestro lado, con los que convivimos día tras día.
—Pero
eso ha existido siempre, no es una novedad.
—Pero
ahora me está afectando demasiado. Dudo de mi verdadera personalidad. No creo
que sea el bocazas que dice lo que piensa, sin imaginar el daño que con ello
puede ocasionar, el graciosete que siempre está soltando gilipolleces para la
galería e incapaz de decir nada en serio o interesante. Nulo para poder entrar
en una conversación sin soltar alguna de sus tonterías. Ese no soy yo María.
—
¿Y tú crees que aislándote
resolverás esas dudas?
—No
lo sé. Lo único que se seguro es que lo voy a hacer. Lo consiga o no, es una
incertidumbre. Pero no puedo seguir con esta desazón que me está haciendo tanto
daño. Y debo de hacerlo por las personas que de alguna manera me queréis. No sé
si os estoy engañando o no, si verdaderamente mi forma de ser es cuando estoy
rodeado de gente, o al contrario soy la persona seria, equilibrada, razonable y
sensata de mis momentos de soledad.
—
¿Y dónde está ese lugar al que
tanto le vas a exigir?
—En
el noroeste de Asturias, cerca del rio Turia, se trata de una casita para dos
personas, que está en una aldea llamada Teixois, en medio de la montaña.
Completamente equipada. Y lo mejor de todo, la mayoría del tiempo estaremos
solos.
—
¿Te llevas a Thor verdad?
—Por
supuesto, ya sabes que él va conmigo a todos sitios, y aparte de eso soy
demasiado miedoso para estar solo en la montaña —Sonrió Nel.
—
¿Hay señal para el móvil?
—Se
me olvido preguntarlo, pero en el momento que llegue, si no hay en la zona,
buscaré un lugar para que pueda estar en contacto contigo.
—
¿Y cuándo te vas?
—El
sábado
—Joder
Nel, no solo no me comentas nada, sino que encima me sueltas de golpe que te
vas el sábado. Que lo que es un desayuno normal, se convierte en un adiós. ¡Ya
te vale¡
—Lo
siento mucho cariño, pero tenía que hacerlo así, ni siquiera yo lo tenía
pensado, ha salido así y me he dejado llevar. Si te lo hubiese comentado en su
momento ¿Lo hubieras dejado estar?
—Claro
que no. Y tú ¿sabes por qué?.
Pasó
los pocos días que quedaban para la partida repasando una y otra vez lo que
debería de llevar. Comprando aquello que le faltaba y que desconocía si lo
podría encontrar por allí. Dio mil vueltas al equipo fotográfico, del que
siempre se olvidaba algo. Recordó la vez que fue a fotografiar aves a un
humedal bastante alejado de casa, y al llegar al lugar y después de mirar en
todas partes se dio cuenta que había dejado las dos baterías en casa.
—Bueno
María, ¿no me vas a dar un abrazo de despedida?
—Cuídate
mucho y vuelve pronto —Le decía en un susurro abrazada a su cuello— Llámame
cuando llegues, y todas las veces que te apetezca.
—Así
lo hare preciosa
—Adiós
Nel.
—Adiós
María.