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jueves, 31 de diciembre de 2020

AL ATARDECER // CAPÍTULO I

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO I

El aullido del lobo, como cada día, de lunes a viernes a las seis y media. La alarma del móvil le comunicaba que un nuevo día comenzaba. No la paraba en el momento, dejándola sonar para trasladarlo a un lugar del norte. Cerraba los ojos y se dejaba llevar a un mundo creado por él. Deleitarse con el solo pensamiento de estar junto a ellos, en el lugar que por derecho les pertenece. Despertar con su lamento, con el lamento del que poco a poco pierde el mundo heredado, del que es hostigado y perseguido hasta su muerte por el solo hecho de nacer lobo. A veces tan real que le parecía sentir la brisa del aire que pasaba sigilosa entre los arboles del bosque, el olor a tierra mojada por la llovizna de la noche, el alboroto de los pájaros al desperezarse. Observar como el sol empujaba a las sombras, ganándole terreno a cada paso, dejando ver la belleza de aquello que ocultaban.

Pero en esta ocasión, como venía siendo frecuente, no necesitó de su sonido para despertar. Desde hace ya bastante tiempo, le costaba conciliar el sueño, y las veces que lo hacía, no conseguía dormir más de tres o cuatro horas. Y así, uno tras otro pasaban los días, que cada vez más se le hacían interminables, tediosos y agotadores. No recordaba cuando fue la última vez que durmió una noche entera. No dejaba de darle vueltas con intención de saber qué provocaba ese insomnio.

Una vez aseado y como algo automático, preparó su café y su primer cigarrillo de la jornada, lo que le producía un pequeño placer. Preparando cual actor hollywoodiense, la imagen de una persona que según la opinión de todos, era optimista, alegre, adorable, siempre con una sonrisa en sus ridículos labios. Pero la realidad era otra muy distinta. En sus momentos de soledad junto a Thor, era totalmente distinto en su forma de ser. Lo que le llevaba a no saber quién era en realidad.

Tenía ya un poquito más de medio siglo, y cada vez más se cuestionaba su vida. Qué estaba haciendo con ella, qué papel le había tocado desempeñar en este mundo que él no conseguía encontrar. Por qué no encontraba la compañía tan deseada, esa persona que le hiciera más llevadera su existencia, con la que despertar cada mañana, a quién decirle adiós sabiendo que pronto la vas a volver a ver. Con quién discutir por temas sin importancia, sabiendo que luego vendría la más agradable de las reconciliaciones. Alguien a la que pudiera comentar como ha ido el día, con quien poder salir a tomar una copa sin escuchar absurdas escusas, o simplemente, como la mayoría de los seres humanos, poder dormir abrazado al ser amado.

Y fue en esa mañana cuando decidió que haría todo lo posible por dedicarse un tiempo para encontrarse, salir de la monotonía en la que se había convertido su vida e intentar conservar lo único que aún tenía, su trabajo y compañeras. No dándose tregua decidió que el próximo fin de semana se pondría manos a la obra para realizar esa ansiada y a la vez necesaria escapada.

El sábado, fuera de lo que venía siendo la tónica general, le obsequió con un sueño de los que tanto añoraba. Observó a través de la ventana como el amanecer empujaba a la noche para su retiro, presentando un tono plomizo, signo de la pronta aparición del sol, que en esa mañana, al no haber ninguna nube en el horizonte, le regalaría un día luminoso y agradable, llevándole este pensamiento a la esperanza que lo planeado los días anteriores seria fructífero.

Y con la firme decisión de afrontar un día agotador enganchado a su portátil y a su móvil, pero con la determinación de no darse por vencido, bajó como cada día que no iba a trabajar a las perreras que se encontraban al final del huerto, aproximadamente a la distancia del ancho de un campo de fútbol. Donde uno por uno fue saludando a sus perros. Acompañado de Thor, por el que sentía una especial debilidad. Era un Pastor Alemán con un carácter equilibrado, quedando junto a Nel como el amigo fiel que no encontraba en los humanos. Desde que apareció en su vida se convirtió en su sombra, compartiendo todo el tiempo que podían estar juntos. Formando ambos un solo ser. Había algo en él, que no sabía explicar, pero que fue el detonante de esa amistad inquebrantable. Se sentía muy feliz acompañado por él. Olvidaba sus problemas cada vez que llegaba a su casa. Conocía sus momentos de tristeza y alegría, sabía qué hacer en cada momento, aproximándose o alejándose. Entendía y respetaba sus momentos de soledad, sus cambios de humor. Pero cada vez más necesitaba la compañía de otra persona con la que compartir sus vidas.

Hoy no tenía prisa por nada, tomaría su desayuno tranquilo acompañado por Thor. Aprovechando la inusual  temperatura que se estaba dando a finales de septiembre, posiblemente debido al cambio climático, del que tanto se estaba hablando últimamente. Pensó que sería una buena idea hacerlo en la lonja, tranquilos, disfrutando de todo lo que les rodeaba. Observando a los pajarillos que venían a beber a la fuente que construyo para ellos, las atareadas abejas consumiendo el néctar de cada flor, los bandidos de los gorriones que comían más que todas las gallinas que tenía y los sibilinos gatos que esperaban pacientemente para caer de manera fulminante sobre alguno de ellos.

Hoy vamos a desayunar en la lonja —le dijo a Thor— Sin prisas, disfrutando de este día y de este momento, que aunque no deja de crearme cierta inquietud por la escasez de lluvia, tampoco voy a caer en la desesperanza de esperar la llegada de las mismas. Vertió el pienso de Thor en su comedero y después empezó a degustar su desayuno. Un desayuno mediterráneo: tostada con aceite, tomate, jamón serrano y queso, acompañada por un café y rematándolo con un zumo de naranja.

—En el momento que acabemos nos ponemos manos a la obra con la búsqueda del lugar que será nuestra residencia por unos días campeón.

 Thor una vez saciado su apetito, pasó a ocupar su lugar preferido, que no era otro que acostado al lado de Nel con su cabeza bajo la silla que él ocupaba.

—Thor, hay un lugar que a mi particularmente me gusta mucho, y que me gustaría que tú conocieras. Solo lo he visitado en dos ocasiones y ésta será la tercera. Cuando lo veas te aseguro que me darás la razón. Es un pedazo de naturaleza pura, rodeada de cumbres donde predomina la caliza y donde podremos observar si tenemos suerte las rapaces que por aquellos picos vuelan de manera tan elegante. Verdes montañas por las que bajan caudalosos ríos, haciendo que la tierra sea fértil, y creando con sus aguas bosques tan tupidos que no dejan pasar la luz del sol. Por los que pasear  se convierte en una experiencia cercana a la vida de un anacoreta. Y a poco que dejes volar tu imaginación, creerás que has retrocedido a la época en la que aun vivíamos de lo que cazábamos o recolectábamos. Y en nuestro deambular por esa tierra veremos lagos, fuentes y cascadas de aguas cristalinas, árboles frutales, brañas, inmensas praderías donde pastan los rebaños. Y por supuesto, como no puede ser de otra manera, disfrutaremos de los placeres de una gastronomía única con la fabada, los quesos, la sidra y muchos otros manjares de esa preciosa tierra.

Transcurridas unas horas, y cansado de ver la gran cantidad de alojamientos que había por alquilar, se decidió por una casa que reunía bastantes de los requisitos, pero que no sabía si estaba en un pueblo o en la montaña, Según la información que había en internet, se encontraba en las proximidades del río Turia.

—Dígame.

—Hola buenos días. ¿Gabriel?

—Sí, dígame.

—Estaba interesado en la casa de turismo rural que tiene en las inmediaciones del río Turia.

—La casa está en Taramundi, un pueblo del Concello de  Taramundi. Es para seis-ocho personas, y si la ha visto en el ordenador, se habrá dado cuenta por las fotos, que está muy bien acondicionada. La casa es de piedra, con más de un siglo, heredada de mis padres y éstos a su vez la recibieron de los suyos. Se le hizo una reforma cuando empezó el movimiento de personas que les gustaba el turismo rural.

—La casa la he visto en la página, es preciosa y el entorno seguro que también Gabriel. Pero estoy buscando algo que esté en la montaña, y si no es posible, que al menos esté alejada de cualquier población. 

—Por lo de la montaña no hay problema porque estamos rodeados de ellas, y la casa ya ha visto que está muy bien. El pueblo no es muy grande y como punto de partida para visitar los alrededores y ver todo lo que le ofrece es muy bueno —Nel no dejaba de mirar a Thor, enojado por la insistencia de Gabriel— El acceso es a través de la nacional seiscientos cuarenta, y no tiene que ir circulando por carreteras y caminos de difícil acceso.

—Sí, sí, lo entiendo perfectamente. Yo solo necesito poder acceder con el coche. Mientras pase la furgoneta no hay problema. Y la vedad es que hay muy pocos sitios por lo que no pueda pasar. Muchas Gracias Gabriel, perdone usted las molestias. Voy a seguir buscando.

—Ahora que lo pienso, puede ponerse en contacto con Pepe. Él se dedica a la compra-venta de casas e incluso de aldeas abandonadas, y creo que también tiene algunas casas para el turismo rural. Puede mirar en el ordenador y llamarlo por teléfono, o mejor, espere un momento y se lo doy, creo que lo tengo anotado por aquí.

—Muchas gracias por todo Gabriel.

Inmediatamente cogió su portátil y empezó la búsqueda, encontrando la página web rápidamente. Sin salir de ella, empezó a marcar el móvil que indicaba en la misma.

—Buenas tardes. ¿Pepe?

—Hola buenas tardes.

—Le llamo porque estoy interesado en alquilar una casa, he hablado con un vecino de Taramundi y me ha comentado que usted tenía algunas casas para alquilar.  Personalmente estoy buscando una que este lo más adentrado posible en la montaña. Necesito tranquilidad para un trabajo que estoy realizando, por lo que quiero evitar en todo lo posible cualquier distracción o ruidos que me desvíe de mis objetivos.

—Le han informado bien, en realidad tengo varias casas por la zona de Taramundi. Hace ya unos años que decidí hacer algo por mi tierra, a la que estaba viendo desaparecer agónicamente y sin perspectivas de salvación. La mayoría de los jóvenes emigran a ciudades más grandes e incluso al extranjero. Esto llevó a que muchas aldeas quedaran totalmente abandonadas. Pero el cambio de tendencia en el turismo, al que le gusta disfrutar de la naturaleza y de todo lo que aporta, ha hecho resurgir la vida en estas aldeas abandonadas. Y por lo que usted me comenta, estoy seguro de que el lugar ideal son las casas de Teixois. Es una aldea de cuatro casas que compré y reformé para el turismo.

—Y en la aldea, ¿cuántas personas viven?

—La aldea al completo como le he contado son cuatro casas de mi propiedad, destinadas al turismo rural, allí no vive nadie. Los únicos habitantes son las personas que vienen a visitarnos y a pasar unos días con nosotros, rodeados de una espectacular naturaleza.

      ¿Las casas están equipadas completamente?

—Las casas están provistas de ajuar y electrodomésticos como cualquier hogar. Sólo necesita la comida ¿Usted para cuando tiene pensado venir?

—Si todo sale bien, el próximo sábado salgo para allá y mi intención es pasar allí sobre treinta días.

—Para esas fechas no tengo muchas reservas. Y sinceramente, teniendo en cuenta el tiempo que se avecina no espero que se ocupen todas y las que se ocupen no será por más de un fin de semana.  Deduzco por la conversación que vendría usted solo, ¿verdad?

—Realmente solo no voy, siempre me acompaña Thor, mi perro. Espero que esto no suponga un problema para usted.

—Ninguno, usted puede venir con su perro y estar el tiempo que quiera. Y por lo de los ruidos no se preocupe, porque la mayoría de los días estará usted solo en la aldea. Y los únicos sonidos que va a escuchar serán los que la montaña le regalará.

—Por fin tenemos casa ¡amigo mío! Cinco días, solo cinco días y nos pondremos rumbo al paraíso. 

No era consciente del tiempo transcurrido, hasta que el rugir de sus tripas le comunicaba que ya llevaba tiempo sin recibir alimento sólido. No pensó hasta ese momento en la comida, y no había preparado nada, pero fue peor cuando al abrir el frigorífico se encontró con una imagen desoladora.  Quedaba patente que llevaba unos días mal, en los que ni siquiera se había preocupado de tener su almacén de la alegría plenamente abastecido. En el estante superior, cerveza, en el que le seguía en orden de bajada, cerveza y refrescos de limón. En el siguiente un  recipiente con algo en su interior, que de ser alimento, el tiempo paso por él de manera inmisericorde, porque en nada se parecía a algo comestible. Prosiguiendo con su desesperada búsqueda, un pedazo de queso que ya era todo corteza de lo duro que estaba, unos tomates que ni para la tomatina los aceptarían. Los huevos se los llevó el día anterior su madre. Decidió pasar al congelador, algo abría allí que pudiera tranquilizar el incesante reclamo de su estómago. En él, aparte de una bolsa de cubitos de hielo, unos tuppers vacíos y entre ellos uno con una etiqueta en su tapadera —Estofado de ternera— una vez más su querida compañera y amiga María , le sacaba de un apuro. Era la primera y la única persona que le venía a su mente cuando hacían referencia a la amistad. No sabía ya los años que llevaba conociéndola y las miles de ocasiones que le había ayudado. Pero no solo a él, ella se entregaba a todos los que pedían su ayuda, lo que valoraba Nel sobre todas las cosas.

Vertió el contenido en un plato para descongelarlo y después calentarlo. Cuando abrió la puerta del microondas lo inundó un aroma exquisito y al degustarlo quedó hechizado por su sabor. Algún día le preguntaría cuál era su secreto para que una vez congelado y recalentado no perdiese el aroma ni el sabor. Sin duda alguna la vida la había escogido para repartir felicidad. Nel no recordaba ningún episodio de furia ni enfado en ella.

El estofado estaba aderezado con diferentes plantas aromáticas de su huerto, y una serie de especias que nunca podría averiguar. Para acompañarlo descorchó una botella de vino de la ribera del Duero que compró en un viaje a Burgos. Sirviéndose una gran copa, nada parecido a las copas medio vacías servidas en restaurantes de cierto glamour, que tanto le molestaba. Remató tan suculenta comida con un chupito fresquito de orujo de café que le trajeron de Galicia.

Empezó los preparativos de su deseada escapada prácticamente ese mismo día, anotando todo lo que debía de hacer antes de irse y lo que tendría que llevar para estar tanto tiempo fuera de su hogar.

A diferencia de las últimas semanas, se encontraba feliz, y con los nervios de un niño que muy pronto viajaría a un lugar mágico.

Al día siguiente le dijo a María que le gustaría desayunar a solas con ella, para comentarle lo que en silencio había planeado. Porque él sabía que si la hubiese hecho participe de su deseo, lo habría convencido para que no lo hiciese, quitándole hierro al estado en el que se encontraba.

—Buenos días Nel, ¿lo de siempre?— Le pregunto Kiko, el dueño del establecimiento.

—Sí por favor, ¿y tú? —Le pregunto Nel a María

—Un café y un cuarto de tostada con jamón.

—Bueno, quería estar a solas contigo para comentarte algo que voy a hacer.

—Sí, porque me tienes intrigada desde que me has dicho que querías que desayunásemos solos. Imagino que será algo importante ¿no?

—La verdad es que creo que no tiene mucha importancia. Pero sí quiero que lo sepas, porque tendrás que dar explicaciones a todo el mundo. No sé si te habrás dado cuenta que llevo un tiempo bastante raro, estoy cansado, apático, y sin ganas de estar con nadie.

—Sí, no te he querido preguntar, pero tu cara lo demostraba, eres incapaz de disimular tus emociones con los que te conocemos. Y el otro día tuviste un trato muy desagradable con una chica que solo quería hacerte una pregunta, la verdad es que me dejó bastante sorprendida. Pero todos podemos tener un mal día, lo malo es que a ti se te nota mucho. También he observado que la complicidad que tenías con nuestra compañera, por lo que sea ha empeorado. Imagino que últimamente hemos tenido muchos cambios en la forma de trabajar y creo que tú no los has asimilado muy bien.

—Sí, últimamente no lo estoy pasando muy bien, Desde que tuve el problema con nuestra compañera, no he vuelto a ser el mismo. No debería de haber reaccionado así, pero me dolió mucho su comportamiento. Quizás eso haya sido el detonante que ha abierto la caja de pandora, donde tenía guardados viejos recuerdos, dolorosos hasta la extenuación, que me están volviendo a golpear. Y por supuesto también llevas razón en lo del trabajo, el cambio en la forma de realizarlo ha creado una tensión muy grande entre los compañeros y posiblemente también haya influido en mi estado anímico. Todo esto sumado, ha hecho tambalear mí vida. Me están surgiendo dudas a las que no se dar respuesta, por lo que he decidido darme un tiempo para mí. Intentar encontrar una explicación, en la soledad, que no puedo tener con la monotonía de mi vida. Necesito escapar, y aunque sea por un corto periodo de tiempo, creo que me va a venir muy bien.

—Y qué piensas hacer, ¿esconderte de las personas que te causan daño en vez de enfrentarte a ellas? ¿Dejar el trabajo que llevas tantos años realizando? Siempre has luchado, y nunca por muy fuerte que fuese el golpe, has dejado de levantarte y seguir luchando. Quizás no sepa lo que te ha pasado, pero imagino que ha debido de ser muy fuerte para ti.

—No se trata de las personas ni del trabajo, simplemente es mi vida, tengo ya un poquito más de medio siglo, y la gente nunca ha sido un problema para mí. Lo ocurrido simplemente es algo que me ha abierto los ojos, y me ha hecho replantearme muchas cosas. Estoy cansado de una vida en lo que nada es lo que parece. De vivir en soledad, de no conocer la amistad verdadera, excepto contigo. Sé que el concepto de amistad para mí no es el que se tiene hoy en día. Nadie se preocupa de los demás, no te hablo de los extraños, si no de las personas que vemos a diario, que compartimos mucho tiempo a lo largo del año. Hemos llegado a un individualismo terrible, en el que los problemas, las desgracias o cualquier desdicha que le pase a otros no son de nuestra incumbencia. Con lo fácil que es decir unas palabras de apoyo, dar un abrazo, un cuenta conmigo para lo que necesites. No María, no es difícil dar un poco de aliento a los que están a nuestro lado, con los que convivimos día tras día.

—Pero eso ha existido siempre, no es una novedad.

—Pero ahora me está afectando demasiado. Dudo de mi verdadera personalidad. No creo que sea el bocazas que dice lo que piensa, sin imaginar el daño que con ello puede ocasionar, el graciosete que siempre está soltando gilipolleces para la galería e incapaz de decir nada en serio o interesante. Nulo para poder entrar en una conversación sin soltar alguna de sus tonterías. Ese no soy yo María.

      ¿Y tú crees que aislándote resolverás esas dudas?

—No lo sé. Lo único que se seguro es que lo voy a hacer. Lo consiga o no, es una incertidumbre. Pero no puedo seguir con esta desazón que me está haciendo tanto daño. Y debo de hacerlo por las personas que de alguna manera me queréis. No sé si os estoy engañando o no, si verdaderamente mi forma de ser es cuando estoy rodeado de gente, o al contrario soy la persona seria, equilibrada, razonable y sensata de mis momentos de soledad.

      ¿Y dónde está ese lugar al que tanto le vas a exigir?

—En el noroeste de Asturias, cerca del rio Turia, se trata de una casita para dos personas, que está en una aldea llamada Teixois, en medio de la montaña. Completamente equipada. Y lo mejor de todo, la mayoría del tiempo estaremos solos.

      ¿Te llevas a Thor verdad?

—Por supuesto, ya sabes que él va conmigo a todos sitios, y aparte de eso soy demasiado miedoso para estar solo en la montaña —Sonrió Nel.

      ¿Hay señal para el móvil?

—Se me olvido preguntarlo, pero en el momento que llegue, si no hay en la zona, buscaré un lugar para que pueda estar en contacto contigo.

      ¿Y cuándo te vas?

—El sábado

—Joder Nel, no solo no me comentas nada, sino que encima me sueltas de golpe que te vas el sábado. Que lo que es un desayuno normal, se convierte en un adiós. ¡Ya te vale¡

—Lo siento mucho cariño, pero tenía que hacerlo así, ni siquiera yo lo tenía pensado, ha salido así y me he dejado llevar. Si te lo hubiese comentado en su momento ¿Lo hubieras dejado estar?

—Claro que no. Y tú ¿sabes por qué?.

Pasó los pocos días que quedaban para la partida repasando una y otra vez lo que debería de llevar. Comprando aquello que le faltaba y que desconocía si lo podría encontrar por allí. Dio mil vueltas al equipo fotográfico, del que siempre se olvidaba algo. Recordó la vez que fue a fotografiar aves a un humedal bastante alejado de casa, y al llegar al lugar y después de mirar en todas partes se dio cuenta que había dejado las dos baterías en casa.

—Bueno María, ¿no me vas a dar un abrazo de despedida?

—Cuídate mucho y vuelve pronto —Le decía en un susurro abrazada a su cuello— Llámame cuando llegues, y todas las veces que te apetezca.

—Así lo hare preciosa

—Adiós Nel.

—Adiós María.

Adiós 2020

 

    En unas horas despediremos al año dos mil veinte, el más odiado de cuantos hemos vivido, el que nos ha robado a la gente que queremos, el de la muerte silenciosa: sin despedidas, sin duelos, sin el calor de las personas queridas.

            Comenzó con las esperanzas de mejorar una vida que perdimos hace unos años, con la ilusión de que sería mejor que su último hermano, con la creencia de que nuestros problemas se solucionarían, que nos acompañaría la suerte y nos haría más dichosos, pero no llevaba ni tres meses con nosotros cuando comenzó a desvelar lo que sería y aún es. Empezamos a ver la importancia de una palabra, coronavirus, algo que empezó a circular de noticiero en noticiero, de país en país, hasta que fue creciendo y con él su contagio, nadie estábamos a salvo. Los días pasaban con nuevas noticias de contagio y muerte. Cómo este ser microscópico se adueñaba de los países, ciudades, pueblos. Empezamos a ser conscientes de la catastrófica gestión que nuestros gobernantes habían realizado con los servicios públicos, en especial el servicio sanitario que empezaba a verse desbordado; conocimos lo que significaba el estado de alarma, la drástica resolución que  el gobierno para frenar el avance destructor del coronavirus, conocido ya como covid-19 y reducir las hospitalizaciones que estaban provocando el caos en los servicios sanitarios. Nos quedamos sorprendidos cuando a mediados de marzo nos encerraron en casa, se cerraba el país entero. No comprendíamos qué estaba pasando pero con todo el dolor de nuestro corazón vimos cómo éramos víctimas del virus, acrecentada por la nefasta gestión de nuestros gobiernos al enriquecer a unos pocos con el perjuicio de todos, nos encontramos con un servicio sanitario despojado y desmembrado sin  medios materiales y humanos en pos de la salud privada. En esos días de desesperanza se inundaban los balcones, ventanas, terrazas de personas que incasablemente todos los días a las ocho de la tarde aplaudía para hacer llegar su apoyo, ánimo y esperanza a los que se enfrentaban diariamente a cuerpo descubierto  en lucha contra la pandemia.

            Todo fue pasando lentamente y con ello pasamos a conocer otra nueva expresión, la nueva normalidad, había que olvidar nuestra forma de vida para enfrentarnos a otra muy distinta. Empezamos a mirar con miedo a los conocidos, vecinos, amigos e incluso familiares, veíamos cómo lo que nombraron como nueva normalidad tomaba fuerza, era obligatorio el cambio, nosotros, la raza humana, social por naturaleza teníamos que mantener una distancia de seguridad, no podríamos abrazar a los seres queridos ni tan siquiera estrecharnos las manos, hemos visto como la individualidad ha sido acrecentada por esta nueva normalidad. Pasamos del aplauso unánime al ruido de cacerolas, de voces discrepantes por la existencia o no del virus, a la negativa por grupos minoritarios del uso y aplicación de las medidas de seguridad. Hemos visto cómo la extrema derecha arengaban a la población que los quería escuchar, al odio por los que no comparten su fe, a los que no piensan como ellos, a los que poseen una ideología contraria a la suya, haciendo gala de un patriotismo exacerbado enarbolando la bandera bicolor bajo la que se cometieron miles de asesinatos, violaciones, vejaciones, torturas, miseria y distinción de clases, desconocedores de que el mundo lo formamos todos y todos nos veremos perjudicados.

            Por suerte hay millones de personas que sí hacen gala de su racionalidad y que han comprendido que debemos adaptarnos a la nueva normalidad, que la mascarilla ha pasado a ser parte de nuestro vestuario, a que debemos usar un gel que existe y está expuesto en todos los lugares, a que hay otras formas de demostrar nuestro amor a las personas que queremos y que por encima de todo está la salud de ellos.

            Por eso quiero desearte que seas muy feliz en este año que entra, que la poción mágica que nos hará volver a la antigua normalidad sea efectiva y salve a los más vulnerables. Que todos los cambios que traiga el dos mil veintiuno te aporten conocimiento, sabiduría y prosperidad.