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viernes, 22 de enero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO IV

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO IV

 

No serían ni las tres de la madrugada, cuando un ruido en la planta de abajo le despertó de manera sobresaltada —Thor— lo llamó Nel. Subió rápidamente por las escaleras, haciéndolas crujir con sus uñas.

— ¿Que has hecho ahí abajo? —le dijo mientras bajaba, para ver qué había producido el ruido.

— ¡Dios Thor! ¿Qué te pasa? Anoche me despertaste con tus gruñidos, y ahora has tirado el jarrón y las velas de la mesa. Tienes que tranquilizarte, esta va a ser nuestra casa por muchos días, así que por favor, relájate. Y subamos a la cama ¡Traste!

El día había amanecido con una ligera llovizna, y un aroma a tierra mojada que casi tenía olvidado por culpa de muchos meses sin llover en su tierra. Se sirvió su café frente a la ventana, deleitándose observando como esa fina cortina de lluvia, sin gotas definidas, impregnaba todo lo que alcanzaba a ver, se relajó mirando como la vida seguía su discurrir con apenas unos cambios imperceptibles para el caminante, los petirrojos, el gorrión, los mirlos y otras aves no dejaban de ir de un lado para otro, buscando un alimento que la humedad hacía salir a la superficie de la tierra. En la lejanía, en el prado frente a su ventana, separado por el caudal del río Turia, el cual formaba un barranco de dimensiones descomunales, de difícil acceso a pie y con un gran rodeo para llegar a él, advirtió que entre las vacas, vagaba un raposo, con la trufa pegada al suelo y un zigzagueante movimiento, haciendo algunas paradas para escuchar. Dando en un tris un gran salto, y cogiendo algún incauto animalillo que le serviría de desayuno, corrió hacía los matorrales donde quedó oculto de miradas indiscretas, quizá saboreando tan exquisita presa, así, en este estado de contemplación y tomando su café con una parsimonia que no era habitual en él, dejó pasar el tiempo.

Caminando por el bosque se sentía abrumado ante la grandeza de lo que sus ojos veían. Se encontraba en una madeja de vida, de simbiosis entre tan distintos seres vivos, que cualquier creación obrada por el ser humano, no dejaba de ser una burda imitación a la simplicidad de lo creado por algo en que el hombre no había participado. Da igual a donde sus ojos se dirigiesen, porque esas miles de vidas, creaban un solo ser, “el bosque”.

—Vamos a la cama Thor. Mañana me gustaría madrugar para ver amanecer y alejarnos un poco más de nuestro entorno, hasta que agotemos nuestras energías.

No eran más de las cuatro de la mañana cuando volvió a oír a Thor caminando por la madera y gruñendo con bastante temor.

— ¡Dios Thor! ¿Qué pasa otra vez?— Le dijo Nel mientras se levantaba y se acercaba hacia la ventana en la que estaba él. Escudriñando en la dirección que estaba mirando su fiel amigo, observó un punto de luz que se desplazaba muy suavemente hacia la niebla que se posaba en lo más alto de los pastos que estaban frente a la casa.

— ¿Qué pasa Thor? —Le dijo mientras miraba por la ventana— ¡Ah! un burro, se habrá escapado. ¿Te ha asustado? ¿O quieres salir a correr un poco? Primero vamos a desayunar. Hoy nos espera una caminata larga y fatigosa, vamos a subir al lugar en el que vimos la linterna.

Bajaron por el sendero que llevaba al puente para poder cruzar el barranco. A partir de éste, junto a la ermita de Santo Domingo, comenzaba un estrecho sendero, hecho por el ser humano o por los grandes herbívoros que transitaban por el lugar. Visto desde el punto en el que estaba, todo el trayecto era una subida, siendo consciente de que le resultaría difícil llegar hasta el lugar que él quería. Pasaron al lado de los pastos, donde unas vacas se encontraban herbajando. Saludó con la mano en alto, al que debería de ser el dueño, devolviendo éste el saludo. Cuando él creía que estaba en el lugar en el que vio la luz, se sintió afortunado al contemplar las magníficas vistas que le brindaba, olvidándose del cansancio de la subida. Comenzó a revisar concienzudamente el lugar, fijándose en todos los detalles. Poniendo especial atención en los senderos realizados por grandes mamíferos. Pues creía que la luz que vieron podría ser de alguien que estuviese realizando alguna actividad furtiva. Estaba con esta inspección, cuando vio en un claro del bosque, lo que parecía ser una construcción. Ávido de curiosidad se encaminó hacia ella, comprobando que efectivamente se trataba de dos edificaciones. No eran muy grandes, aproximadamente podría tener unos seis metros de fachada por un poquito más de fondo la mayor. Toda ella de piedra, ennegrecida por el paso del tiempo, dividida en dos plantas. Al margen izquierdo tenía una cubierta sin paredes, que sin lugar a dudas sería para el depósito de leña para la cocina o la chimenea, con el fin de que ésta no se mojase con las abundantes lluvias de la zona y así evitar la dificultad en el encendido y el excesivo humo que produciría al estar húmeda. Al lado derecho lo que parecía un establo, en este caso de una sola planta y algo más pequeño, con una única puerta muy pequeña y ventana en igual proporción.  La casa grande tenía en su parte delantera baja, una ventana y contraventana de madera, estando una de ellas caída en el suelo y la otra colgando del mecanismo que hacía de bisagra, una puerta de cuarterones partida, se podía notar que era madera más trabajada, pero que el paso del tiempo le había quitado la protección, cuarteándola y dando la impresión de que llevaba muchos años sin abrirse. En la planta alta dos ventanas igual a las de abajo y unidas por un corredor cerrado en media altura con postigos acristalados algunos y otros sin cristal o con el vidrio roto. En la parte trasera de las casas se encontraba un cortado que él creía debía de tener la altura de cinco pisos. Haciendo inviable el acceso a las casas por ese lugar.

Volvió sobre sus pasos de vuelta a su casa. Divisó a una mujer de aspecto joven, sin poder verla bien por la distancia a la que se encontraba y la escasez de luz. Llegó a casa cuando ya era noche cerrada, con una notable bajada de las temperaturas.

Cenó frente a la ventana, y saboreó ya su copita de licor y el que sería el último cigarrillo del día. Contemplaba como la niebla se dejaba caer sobre el lugar en el que hacía unas horas estuvo él.

—No sé cómo alguien pudo construir una casa en un lugar tan inaccesible como ese. Aunque bien pensado, por el lugar que nosotros hemos accedido y teniendo en cuenta que antes solo se movían a pie o con cabalgaduras, no es tan raro. Pero no deja de ser extraño para mí el sitio. ¿Quién viviría ahí? ¿Cómo se ganaría la vida? Claro que todo lo miro desde el momento actual, en que todo lo tenemos tan a mano.

 

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