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lunes, 8 de febrero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO XX

 

                                                            CAPÍTULO XX

— ¡Buenos días guapo! ¿Qué te pasó anoche que no dejabas de llorar?, bajando y subiendo las escaleras que hacen más ruido que una cama vieja. Esta noche tampoco hemos tenido visita, veremos a ver si hemos grabado algo.

Como venían haciendo días atrás, al atardecer subieron a la casa. Al pasar por los pastos de Juan, y a unos pocos metros, vio la inconfundible silueta de Johanna, dándole un vuelco el corazón.

—Johanna— la llamó dando una voz.

— ¡Hola, Nel! Subía para buscarte. Imaginaba que estarías en la casa.

—Voy para allá, anoche, como te comenté, dejé la grabadora y subía para recogerla. Estoy impaciente por ver si se ha grabado algún mensaje o algo que me ayude, bueno que nos ayude y saber de una vez que está pasando. Ya llevo varias noches que no he visto, ni oído, ni notado nada.  Por lo que ya tengo muchas dudas de que todo tenga algún sentido.

—Es raro, pero también era raro lo que estaba pasando. A lo mejor solo ha sido la conciencia de varios factores, ten en cuenta que yo solo vi la luz y nada más.

—Hombre, Johanna, la luz y la sombra.

—Sí, es verdad. Pero solo eso, lo demás es tuyo. Por eso creo que con quien querían comunicarse era contigo.

— ¿Pero tú lo crees?, porque si no, ¿que haces acompañándome en esta locura?

— ¡Bueno! Es interesante. Me gustará ver la cara que pones si esto avanza mucho más —le dijo Johanna riendo.

—Desde luego es precioso encontrar personas como tú que solo te acompañan para saber si estas paranoico o no.

—No te lo tomes así, me lo paso bien contigo y si con ello saco una experiencia con seres del más allá pues mejor. Lo          que me da miedo es que sean monstruosos y de carácter maligno como salen en las películas.

—Esa es una pregunta que yo también me hago, ¿Por qué siempre salen seres malvados? ¿Por qué no pueden ser espíritus que simplemente estén vagando porque tengan algo pendiente? Quizás no comprendan el motivo de su muerte, posiblemente no acepten un final trágico. Es tan absurdo y a la vez tan complicado de averiguar. Yo siempre me guío por lo material, lo que puede ser palpado y explicado. Pero lo inmaterial, aquello que no tiene explicación lógica o científica, lo que no puedes demostrar porque solo tú lo estás viendo o sintiendo es otro tema diferente. Lo más razonable para evitar cualquier juicio sobre tu cordura es callarlo, y si lo callo yo, habrá habido mucha gente que también lo habrá  silenciado.

—Muy bien Nel. Y si no lo callan, ¿que ganarían con ello? Dime por ejemplo ¿A quién se lo has dicho tú a parte de mí?

—A parte de ti, a María.

— ¿Por qué solo a nosotras dos?

—No creo que le interese a nadie más.

— ¿No  crees que le interesaría a nadie?, o simplemente no quieres pasarte todos los días convenciendo a alguien de algo que es solo para ti.

—Ya, pero en mi caso siempre actúo así. No tengo por costumbre contarle a nadie cosas de mí y mi vida que no les importa o no quiero que les importe.

—Pues así debe de ser para la mayoría. Personalmente quiero decirte que yo sí creo en esto, y creo en todo lo que percibo. Y ahora explícame lógica y científicamente por qué nos hemos conocido, qué nos ha traído a un lugar tan lejano de los dos para estar juntos.

—Sabes de sobra que no tengo explicación para eso.

—Pues para lo otro tampoco, y sin embargo, aquí estas, dedicando tu tiempo y tus vacaciones para averiguarlo.

Ne se adentró en la casa para coger la grabadora y salir inmediatamente para oírla junto a Johanna. Comenzaron a oír la grabación, escuchando en los primeros minutos solo ruidos, imaginando que podría ser cualquier animal andando por la habitación. Pero no pasaron ni cuarenta segundos cuando oyeron la pequeña voz “Ayúdame” “Ayúdame” “Ayúdanos” esta última llamada seguida de lloros de niños pequeños.

—Este llanto es el que oí el otro día que tú no pudiste venir.

—Vámonos, Nel, no quiero estar aquí, me siento mal.

—Vamos, Thor— Lo llamó Nel.

—Creo que está otra vez en el establo, Nel.

Nel se aproximó hasta la entrada del establo alumbrando a la esquina izquierda del final de éste, viendo que Thor se encontraba mirando fijamente a la losa gimoteando.

—Vamos campeón, ahí no hay nada. Un día pondremos la cámara con los sensores de movimiento y pillaremos al bicho que tanto te inquieta.

—Vámonos ya, Johanna. Otra vez estaba en el mismo sitio, debe de ser el refugio de algún animal. ¿Te queda mucho para finalizar tu trabajo?

—No lo sé, Nel. Eso es una decisión que no depende de mí.

—Pues estamos los dos en iguales circunstancias, la única diferencia es que yo no quiero irme. Vine buscando respuestas, y aunque para la mayoría ya tengo respuestas, me queda la más importante.

— ¿Y puedo saber cuál es esa pregunta que aún no tiene respuesta?

—Prefiero decírtelo cuando por fin la encuentre.

—Bien, espero que pronto lo averigües y si quieres me lo dices.

—Cuenta con ello ¿Te dejo ahí como siempre?

—Sí por favor. Adiós, Nel. Mañana si puedo escaparme pronto del trabajo nos vemos en nuestra casa.

—Que bien ha sonado eso, Johanna. Adiós preciosa.

 

—Buenas noches María. ¿Cómo se encuentra mi compañera y sin embargo amiga?

—Hola, Nel, ¿Cómo estás?

—Estoy estupendamente. Hoy hemos subido a la casa a recoger la grabadora que te comenté. La sorpresa ha sido mayúscula, cuando hemos escuchado lo que se había  grabado.

—Qué grabadora y qué has oído.

— ¿Es que no te dije que iba a comprar una grabadora para ponerla en la casa?

—Que yo recuerde no me has comentado nada hasta ahora.

—Puede ser. Pues la coloqué anoche y hoy la hemos recogido. La grabación no es gran cosa, pero desde luego pone los pelos de punta y sé que voy en el buen camino.

—Nel, cuando hablas en plural, ¿te refieres a Thor y a ti o me quieres decir que la relación va a más?

—Qué fina eres —le dijo él riendo— Sí, la relación va muy bien, me encanta estar con ella, y a ella parece que también. Me estoy enamorando como un niño, espero que la caída no sea en proporción a lo que la estoy amando. Es tan agradable caminar junto a ella, escucharla, ver sus movimientos, aspirar su aroma, ver  cómo se mueve su cabello al andar. Y lo mejor de todo, compartir con ella una porción de día, pequeña, pero enriquecedora.

—Madre mía qué batacazo te vas a pegar. Veremos a ver cómo te recompongo. Y dime, ¿qué es lo que se ha grabado que te ha erizado la piel?

—Es la misma voz de siempre, pero el mensaje ha cambiado. Te acuerdas que en las primeras ocasiones no dejaba de repetir “Sígueme”. Pues lo que se ha grabado en la casa es “Ayúdame”, en varias ocasiones acompañado de los mismos llantos que oí la otra noche  en el bosque.

Qué raro, ¿no? Estoy deseando saber en que acaba todo esto. Espero que lo averigües antes de venirte.

—Espero que sí, si no fuera así me quedaría muy mal. No quiero dejar que esto me atormente toda mi vida.

—Tú y tus locuras.

—Yo y mis locuras, nunca mejor dicho. Te dejo, guapa, voy a dejar la grabadora preparada por si la pequeña decide la pequeña hablarme. Te quiero.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO XIX

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XIX

 Se encontraba cerca de la casa cuando vio a Johanna. Estaba con la cabeza ligeramente inclinada, dejando caer su cabello a un lado. Nel Se quedó parado observando esa imagen que le impedía seguir hacia su encuentro. Era la más bella de cuantas mujeres había conocido.

— ¡Hola Johanna! ¡Has podido venir!— exclamó con una alegría difícil de disimular.

—Te dije que si podía subiría ¿Te voy a tener que estar diciendo siempre lo mismo cada vez que nos veamos?

—Llevas razón, pero no te imaginas la alegría que me ha dado verte.

—A mí también me gusta verte. Pero no por eso voy a estar repitiendo una y otra vez “Nel, me alegro de verte”— Le dijo ella sonriendo.

—Perdona. Intentaré controlar este corazón que se ve desbocado cada vez que te ve.

— ¿Paseamos un poco antes de que nos alcance la noche?

—Yo quería proponerte que entráramos a la casa, me gustaría mucho ver su interior.

— ¿Y si nos ve alguien? Eso es allanamiento de morada.

—No sé qué clase de delito será, pero desde luego allanamiento de morada no. No lleva la casa años sin ser morada de nadie ni ná— rio Nel.

—Hoy estas graciosillo.

—Un poco.

— ¿Y por dónde entramos?

—Pues por la puerta si está abierta, y si no por el primer sitio que veamos accesible.

Nel fue directamente hacia la puerta principal, pero ésta a pesar de los empujones que él le dio, no cedía.

—Probemos con la otra— le dijo a Johanna.

Al igual que la otra estaba bien cerrada, por lo que volvió sobre sus pasos y con el enfado de haber encontrado tanta resistencia por las puertas, empujó la ventana con tanta fuerza que algo en su interior salto.

—Ya tenemos entrada Johanna. Paso yo y tú me sigues ¿vale?

Nada más pisar el interior se percataron de que todo estaba en desorden y cubierto por el polvo y la suciedad de muchos años cerrada. Los pocos muebles que había en la estancia estaban abiertos y registrados. Nada parecía estar en su lugar a excepción de la mesa grande, posiblemente donde muriese la esposa de Esteban y la silla donde a él lo encontraron maniatado. El enlucido de las paredes y el techo estaban en mal estado. Hasta el punto de que en algunos lugares ya estaba caído. Pero a pesar de todo, la casa no presentaba el aspecto que él creía que debería tener una casa con un poco más de setenta años cerrada.

La planta de arriba fue vista desde las escaleras, por miedo a que el suelo se derrumbara al caminar sobre él. Y desde ahí comprobó que la situación era prácticamente igual, se veía lo que sin duda eran las patas de las camas, un armario caído sobre una de ellas, y toda la ropa y enseres que debía de haber en su interior esparcidas por todo el piso.

—Esto está igual que lo de abajo Johanna. Vamos a echar un vistazo al establo y nos bajamos si quieres.

Salieron por la ventana que entraron, cogiendo Nel antes un cordel y lo que debía de ser una herramienta de no sabía qué.

— ¿Para qué quieres eso?— preguntó Johanna.

— ¿Esto?— le dijo mostrando la cuerda y el instrumento de metal que había cogido —, ahora cuando salgamos te darás cuenta para lo que lo voy a utilizar.

Al salir al exterior, Nel ató el trozo de metal a la cuerda, cerrando la ventana lo justo para que pasara el cordel. Tiró fuerte y la ventana quedo completamente cerrada.

— ¿Cómo te has quedado?— rió Nel —Así nadie sabe que han entrado y nosotros podremos entrar con un pequeño empujón.

Con la entrada del establo no hubo problema, porque en el lugar donde debía de haber una puerta, ésta era inexistente. Pasaron iluminándose con el frontal de Nel. El establo, diáfano, tendría unos siete metros de largo por cinco de ancho. Al lado izquierdo había un pequeño cortado que imaginó Nel sería para el cereal y el pasto en invierno, teniendo éste una viga a todo lo largo que debía de ser para que las vacas no pudieran entrar y pisar el alimento. En la esquina derecha, al fondo, vio una cosa parecida a un horno, recordando que algo similar es lo que utilizaban los herreros para calentar el metal, aunque le dio la sensación de estar construido para aguantar mucho más calor de la que se necesita para calentar el hierro para moldearlo. Le sorprendió que tuviera esto una boca muy pequeña para las dimensiones que tenía el horno o lo que fuera. Contaba en su parte baja con un orificio en el que podía meter su dedo pulgar —Mañana voy a buscar en internet qué puede ser esto y qué función tenía en un establo— Se dijo para sí. En la misma pared en la que estaba ese chisme, y a la altura de sus ojos, había un hueco parecido a una saetera de la que puedes encontrar en cualquier castillo fortificado.

— ¿Bajamos ya?— le dijo a Johanna.

—Sí, ya es muy tarde.

—Y Thor ¿Dónde está?— Le preguntó mientras le silbaba y lo llamaba.

—Nel, creo que está en el establo.

Acercándose a la puerta del establo, iluminó la estancia, hasta que vio que Thor no dejaba de arañar la piedra que se encontraba en la esquina izquierda del fondo, frente al artefacto que él creía que era un horno.

— ¡Thor! Vámonos ya— le dijo, pero tuvo que insistir en su llamada al ver que éste seguía obcecado con la tarea de escarbar en la piedra. Se acercó para ver si su inteligente amigo había encontrado algo interesante.

—Thor, solo es una losa grande. Venga déjalo que nos vamos a casa.

—Se nota que sois buenos amigos.

—Sí lo somos ¿Por qué lo dices?

—Por el caso que te ha hecho— reía Johanna— Se ve claro que no sois jefe y subordinado.

—En eso llevas toda la razón, somos grandes amigos. Por lo menos yo lo veo así. Él no lo sé— sonreía Nel.

Sé que es absurdo lo que te voy a decir, pero a veces creo que es el único buen amigo que tengo.

Últimamente no lo he pasado muy bien, y él siempre ha estado a mi lado. No mantenemos un dialogo normal, pero con mirarnos sabemos qué nos pasa. Sabe cuándo necesito de su compañía y yo cuando él quiere la mía. Y si a eso sumamos que no soy muy hablador, pues la pareja ideal.

—Y nunca te traicionará— dijo Johanna.

—Te ha dejado bien jodida lo de tu pareja ¿verdad?

—No, para nada.

—Me alegro de que lo hayas tomado así. Tiene que ser muy triste y doloroso que la persona a la que amas traicione tu confianza ¿Y hace mucho que ocurrió?

—Creo que unos dos años.

— ¿Y has tenido alguna relación sentimental con otro hombre?

—Alguna, pero no ha salido bien.

— ¿Y no puede ser porque en tu interior temes que vuelva a pasar lo mismo? No sé si era la primera relación, imagino que no. Pero desde luego sí la que te ha marcado. Y perdona mi sinceridad, pero tengo la sensación de que me estás engañado. No creo que lo hayas superado, es más, cualquier relación que puedas tener la vas a comparar con la deslealtad que sufriste. Hay momentos en la vida en los que eres consciente de la realidad, la cruel realidad. Por eso estoy convencido de que todo tiene su momento.

—No comprendo lo que dices.

—Vamos a ver si consigo explicártelo con la escasez de vocabulario que tengo. Cuando somos jóvenes, solo buscamos ese ser que nos gusta por su exterior, y con el paso del tiempo van creciendo si son compatibles, madurando unidos. Por eso te digo que ni a ti ni a mí nos pasará. Nosotros, y no lo digo porque seamos mayores, bueno yo sí, nos encontramos totalmente integrados en la sociedad, somos independientes en todos los sentidos. Esto conlleva que tenemos las cosas muy claras y que no nos conformaremos porque sabemos lo que queremos. El problema sobreviene porque las  decisiones que debemos tomar y lo que deseamos serán producto de nuestras experiencias vividas. ¿Qué pasa con esto?, que nunca seremos lo bastantes locos para soltarnos el pelo, para dejar que el amor nos inunde. Y sinceramente soy de los que piensan que al amor hay que darle una oportunidad, aunque conlleve que te partan el corazón. Y te lo digo yo, que no me cabe más esparadrapo en el mío.

—Posiblemente tengas razón. Pero son esas experiencias las que nos van moldeando para ocupar el lugar que nos corresponde en el mundo. Y el amor nunca desaparece, simplemente tienes muy claro lo que quieres. Posiblemente sea imposible alcanzarlo. Pero el amor nunca muere.

—Ojalá que así sea, porque ya me está pesando esta soledad.

—Quizás no lo estés enfocando de la manera correcta Nel.

—Esa es una de las muchas dudas que me han traído aquí.

—Johanna, mañana voy a ir a Lugo, quiero comprar una grabadora de esas que se activan con la voz para ponerla por aquí. Creo que como pasó con la grabación del ordenador, puede pasar con una grabadora.

—Pues deja el ordenador en grabación y no tienes que comprar nada.

— ¡Venga ya! A mi portátil no lo dejo aquí ni de coña. Lo que quiero pedirte es si nos podemos ver allí y desayunar juntos.

—Mañana no puede ser, Nel, tengo que ir a ver unas cosas de mi trabajo y me temo que estaré toda la mañana fuera.

—Otro día será entonces. Déjame que te baje hasta el pueblo.

—Vale, muchas gracias.

Llegó Nel a su hogar temporal con una sensación agridulce, por un lado se sentía feliz con la compañía de Johanna, pero no dejaba de pensar en la preciosa niña que lo llamaba. Conforme iba sabiendo más de lo ocurrido, más acrecentaba en su mente el sufrimiento que podían haber sufrido los pequeños.

Esa noche, aparte del gimoteo de Thor, que como comprobó se debía al movimiento de la luz de la montaña, durmió plácidamente. Despertó sobre las diez y media.

—Thor— le comentaba mientras desayunaba —que bien sienta poder dormir un buen rato. Aunque no dejo de darle vueltas a la posibilidad de que todo haya acabado. La noche anterior no oímos nada, esta noche tampoco. Podría ser que todo lo que hemos vivido sea un sueño. Si no captamos nada con la grabadora abandonaré la búsqueda o lo que sea que estoy haciendo. E intentaré pasar todo el tiempo que pueda con Johanna.

Una vez que llegó a Lugo, se dirigió en primer lugar a una notaría, y acto seguido comenzó la búsqueda de los comercios en los que pudiera encontrar la grabadora. Decidió quedarse en la ciudad y pasear por sus calles y la muralla.

A la llegada se encaminó hacia la Ermita para dejar la furgoneta y subir a la casa a colocar la grabadora. Una vez dentro y viendo que nadie había entrado en ella, decidió dejar la grabadora en la mesa donde, según la versión de José Manuel y el informe de la policía armada, la esposa de Esteban había sido asesinada, y después posiblemente violada, golpeada y ajusticiada. Salió fuera donde le esperaba Thor, y apoyando la espalda en el castaño que tanto le gustaba, espero a Johanna.

—Volvamos al coche Thor ¿Thor?— grito Nel al no verlo cerca, apareciendo éste en la puerta del establo —Vamos a casa campeón, y no te despistes más que te dejo solo.

Realizaba la bajada lentamente, con la ilusión de que Johanna apareciera, y con esa esperanza llegó al coche.

—Hoy parece que no la vamos a ver.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO XVIII

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XVIII

 

Lo despertó la claridad de una mañana avanzada, no sabía cuándo se quedó dormido, pero debió de ser hace varias horas, porque al incorporase le dolían todos los huesos y el cuello parecía una tabla. Lo último que vio fue la luz que jugueteaba con la niebla. No lo despertó ninguna voz, ninguna imagen, esa noche le regalaron un sueño reparador aunque incómodo.

Desayunó con sensación de abandono, con la tristeza de que todo lo ocurrido solo hubiese sido una faena de su mente.

Conectó su portátil y se llevó una sorpresa al ver que su amigo Fernando le había mandado un mensaje.

“Buenos días Nel, te mando lo poco que ha encontrado mi secretaria. No es mucho pero no hay nada más. Y tenemos que alegrarnos porque no me lo esperaba. Estos legajos deberían estar ya destruidos. Y parece ser que no solo tú estás interesado en este tema, porque estos archivos estaban informatizados. Por lo que alguien los debió grabar no hace mucho. Espero que te ayuden en algo. Y si necesitas ayuda no dudes en llamarme. Pero no te metas en líos. Un abrazo”

“Muchas gracias Fernando, esto creo que me aclarará algo del caso. Espero verte pronto y poder disfrutar de unos días de descanso y juergas. Un abrazo” —le dijo Nel a través del correo electrónico.

Nel comenzó con la lectura de lo poquito que le pudo conseguir su amigo.

—Escucha, Thor. Te voy a leer los informes forenses que nos ha enviado.

En Lugo a diecisiete de diciembre del año de mil novecientos cuarenta y tres, siendo las once horas y quince minutos, se realiza autopsia del fallecido Esteban Noriega de la Hoz.

Nos saltaremos la palabrería y vamos a lo que nos interesa Thor.

La muerte le sobrevino entre las cuatro y las seis de la mañana, por una insuficiencia respiratoria, que se produjo por politraumatismo severo y hemorragias internas, presenta un orificio de bala en la parte frontal del cráneo sin orificio de salida, realizado post mortem.

La que debía ser su esposa,  Almudena Ibáñez Alcaraz, según éste murió por anemia aguda a consecuencia de la hemorragia por arma blanca que le seccionó parte del cuello y la vena aorta. Y por último la de Estebitan, Esteban Noriega Ibáñez. Lo que causó su muerte fue un shock refractario a consecuencia de los proyectiles de arma de fuego. Bueno, que murió por los dos disparos que recibió.

No es mucho campeón. Aquí hay unas diligencias de la policía. Te leo lo que de verdad importa, atiende:

“Personados los agentes en el lugar de los hechos observamos:

Frente a la puerta principal de la vivienda, y en el interior de la misma, atado de pies y manos, se encuentra un varón de cuarenta y dos años, que resulta ser Esteban Noriega de la Hoz. Presenta, en una primera inspección ocular, rostro ensangrentado, con varios cortes y contusiones. A la retirada de las ropas se aprecia varios hematomas de diferente coloración y tamaño. Parte torácica con varias costillas rotas al tacto. Los ojos nariz y boca prácticamente deformados, posiblemente a causa de los innumerables golpes recibidos, además de un disparo posiblemente de arma corta en la parte frontal de la cabeza”

“Mujer de unos treinta y nueve años, siendo la finada Almudena Ibáñez Alcaraz, se encontraba sobre la mesa de la estancia con las ropas destrozadas. Ambas manos de la víctima estaban atadas por sus muñecas a las patas de la mesa. Presentaba varios hematomas en el pecho, costados y muslos; corte en la parte izquierda del cuello de aproximadamente unos once centímetros de largo, así como sangrado vaginal.

Varón de unos trece años, siendo éste el niño Esteban Noriega Ibáñez. El cuerpo se encontraba junto a la puerta lateral o puerta falsa sobre el suelo de la casa. Presenta daños en el rostro y tórax, posiblemente por arma de fuego.

A la salida de la puerta lateral se aprecia una gran cantidad de sangre, lo que unido al poco sangrado en el lugar que ocupaba el cadáver, nos lleva a la suposición de que posiblemente éste fuese el lugar donde recibió los dos impactos el pequeño Esteban.

—Vamos a subir a ver a José Manuel, quiero saber más cosas de lo que paso allí esa noche.

—Buenos días, Juan. ¿Ha subido su padre con usted?, quisiera charlar un poco de la familia Noriega.

— ¡Hombre, Nel! ¡Ya sabe cómo se llamaba la familia y todo!— Le dijo José Manuel con exclamación.

—Hola, señor José, ya sé cómo se llamaban y cómo murieron, pero me gustaría que usted me contara más cosas si no tiene inconveniente.

—Claro que no, me gusta charlar con usted. Sentémonos y dígame que quiere saber— tomando asiento en un tronco habilitado para tal fin.

—Pues me gustaría que me contara cosas de la familia, por ejemplo ¿A qué se dedicaba Esteban?

—Huy eso no lo sé, en los casi cuatro años que vivieron aquí, nunca supimos a que se dedicaba. Como ya le dije el otro día, no era ni ganadero ni agricultor. Tampoco debía de realizar ningún trabajo en el exterior porque no tenía el color de piel y dureza del que trabaja al aire libre, según contaba mi padre.

—En los casi cuatro años que se conocieron ¿Recibieron alguna visita de alguien?

—Que yo recuerde no, y si las tuvieron yo no las vi. Y su hijo, mi amigo Estebitan, nunca me dijo que tuvieran visitas.

— ¿Y usted cree que lo que hacía le daría para comer a los cinco?

—No que va, a no ser que comas una vez por semana. Las vacas le daban la leche justa para ellos y quizás para mantequilla, y si no recuerdo mal, durante ese tiempo solo vendió tres o cuatro terneros, pero nada más. Tampoco tenían huerto en el que plantar alguna hortaliza o verdura.

— ¿Entonces cómo se las apañaban para comer?

—Pues imagino que debería de tener algunos ahorrillos porque comida no le faltaba. En muchas ocasiones le daba a mi padre tabaco, chocolate, frutas en almíbar, jabón y cosas que nadie de la zona se podía permitir sin sacrificar la comida de todos los días.

La primera vez que lo vi, venia sobre una montura muy bonita y llevaba una reata de tres mulas cargadas con cajas y sacos. Que yo recuerde estuvo aquí más de una semana solo, imagino que estaría preparando la casa para la familia. Pero la cuestión es que la casa no debía de estar muy mal porque la familia que la hizo y la habitaba despareció de la noche a la mañana. Al cabo de ese tiempo se fue y cuando volvió lo hizo con su mujer y con sus dos hijos. El pequeño nació aquí en la montaña.

—Muchas gracias por todo, ya vendré en otra ocasión para que me siga contando cosas de la familia y de la casa.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO XVII

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XVII

 

—Buenas noches, María ¿Cómo estás?

—Nel, que alegría oírte. Estoy bien y a ti ¿cómo te va por ahí?

—Muy bien, aunque no hago mucho turismo.

— ¿No tienes ganas de ejercer como turista que todo le interesa?

—Sí claro. Pero sigo con lo que te comenté. Y estoy intentando averiguar más cosas.

— ¿Pero es que te ha pasado algo más?

—Han ocurrido algunas cositas más. Pero no creo que sea algo que se haya producido al azar. Parece que la cosa es más seria o yo me estoy volviendo loco. Lo de la grabación que te mandé es algo insignificante comparándolo con las últimas revelaciones que estoy teniendo. Lo último ha pasado esta noche. Había anochecido, cuando Johanna ha visto una luz que paseaba por la casa del Batán y después se desplazó al establo. Para mí ha sido reconfortante ver que ha sido ella la que ha visto la luz. Porque ya estaba pensando en acudir a un psicólogo para decirle que oía voces y veía visiones —Le dijo a María riendo.

— ¡Oye! Muy rápido vas con esa Johanna, ¿no? ¿Cómo consigues engañarnos tan rápido?

— ¡Eh! Que yo no engaño a nadie. Lo único, es que no estáis acostumbradas a un tipo tan raro y atrayente como yo.

—Tú abuela murió ya, ¿verdad?

—Si mi abuela no me quería— le dijo Nel riendo.

—Bueno mientras lo estés pasando bien me alegro. Pero recuerda que eres demasiado cariñoso y sincero. Intenta no poner todas tus emociones en ella porque luego el marrón me lo como yo.

—María sabes de sobra que mi felicidad siempre la he sustentado sobre unos pilares muy débiles. Posiblemente me rompa el corazón, como siempre me ha ocurrido. Pero hasta que esto ocurra pasarán unos días en los que seré muy feliz. Soy un tipo raro de cojones, y mientras sea consciente de esto no hay problema, el único culpable de que salga mal siempre seré yo. A nadie recriminaré ni culparé.

—Te conozco más de lo que tú te imaginas, y sé que por muy mal que te vayan las cosas te colocarás la máscara que oculte la tristeza que hay en ti.

—Y deseo seguir haciéndolo mucho tiempo. A parte de que no me gusta mostrar mis problemas, pienso que todo el mundo tiene derecho a ser recibido con una sonrisa, tratado con amabilidad y que se pongan en su lugar. Los problemas prefiero guardarlos para mí, y para los que como tú me conocen.

—Pero es duro. Saber que tienes problemas y ver como los ocultas para alegrar el día de los demás.

—Sinceramente sí, pero para eso tengo mis momentos de soledad y a Thor. Y no creo que mis problemas sean más graves que los que padecen otros.

Hoy me ha contado Johanna porqué está en este lugar y las circunstancias que la hicieron alejarse tanto de su hogar. Sufrió la infidelidad de la persona a la que amaba, en la que confiaba más que en ninguna otra, la que dormía a su lado cada noche. María, ¿cómo puedes decirle a una persona, que la amas, y unos minutos más tarde estar con otra, solo porque te pone como una moto? Cada vez me sorprende más que no seamos capaces de darnos cuenta de lo que tenemos, buscando lo efímero, lo que muere conforme envejecemos. Ojalá la conocieras María, es preciosa, y de cuerpo perfecto. Vamos que los ángeles de Victoria Secret deben tener miedo de que ella suba a una pasarela, es agradable en el trato, mesurada en sus palabras y liviana en sus movimientos. Da la sensación de que al primer roce la puedes romper como a una preciosa muñeca de fina porcelana creada por Lladró. Sé que me vas a decir que es muy pronto, que la tengo idealizada.

—Nel,  llevas razón, es muy pronto y dudo que sea tan perfecta. Creo que deberías de conocerla un poco más.

—Y que importa, pronto me iré si no se va ella antes. Para qué ralentizar algo que acabará antes de comenzar. Seguiré compartiendo con ella todos los momentos que pueda, y cuando llegue el momento de la despedida, tendrá almacenados un buen montón de recuerdos.

—Sé que da igual lo que diga porque tú no cejaras en tu empeño y tampoco dejarás tus sentimientos morir dentro de ti.

—Gracias, guapa. Y no olvides que a nadie querré más que a ti.

—Qué meloso eres. Cuídate mucho.

Estaba cansado de esperar, oteando el horizonte, que se hizo de noche, casi no se percibía ni la silueta de la montaña. No sabía cuántos Gin-Tonics llevaba,  ni la cantidad de cigarrillos que se había liado y fumado. Cuando vio cómo la luz tan familiar para él, aparecía y desaparecía en la niebla, como si realizase una danza concertada.

 

AL ATARDECER // CAPÍTULO XVI

                                                               AL ATARDECER

                                                              CAPÍTULO XVI

Despertó sobresaltado, con los ojos empapados y el corazón lleno de tristeza, al oír como la puerta se cerraba de golpe. Se asomó rápidamente a la ventana, observando como la luz que él creía una linterna, subía rápidamente por la montaña en busca de la niebla que todas las noches aparecía en el mismo lugar. Descartó que fuese una persona por la rapidez con la que ascendía.

—Dios Thor, que sueño más triste he tenido. He soñado con la niña de la grabación, estaba frente a mí, mirándome con la misma tristeza que la vimos, pero de manera serena. Levantó su pequeña mano haciéndome gestos para que me aproximara, no dejando de pedirme que la siguiera, “Ven” “Ven” repetía. Se dio la vuelta y empezó a caminar, siguiéndola yo a corta distancia. El lugar por el que íbamos era cada vez más oscuro, hasta que llegó un momento en que la oscuridad era tal que no podía verla. Herminia, la llamaba con voz temblorosa, estoy aquí cariño, no te dejaré sola. Pero no respondía, empecé a percibir un llanto que seguro que era de ella y al poco otro más suave, quizás del niño pequeño, que entre suspiros no dejaba de llamar a su mamá. He notado su presencia, acariciaba mi pelo suavemente con mano pequeña y delicada, notando como el colchón se movía como si se tumbara junto a mí. Y este aroma tan agradable que parece ser que siempre la acompaña.

Me voy a volver loco. Cada vez comprendo menos qué está pasando, qué quiere decirme, a dónde quiere que vaya. Joder Thor, necesito que esto se aclare, no puedo verla más, quiero que esto acabe ya. Pero tampoco podemos irnos porque temo que esta situación se convierta en una pesadilla. Lo que quiera que sea debemos de averiguarlo ahora y descansar por fin.

Pasó toda la mañana pendiente de un mensaje que él sabía que no llegaría. Por mucho que explicase lo que está aconteciendo en su vida, nadie dejaría todas sus cosas para dedicarse a ayudarlo para buscar algo de un pasado complicado, donde la muerte era algo normal, y que posiblemente no quedara por escrito.

Después de comer se dirigió a la casa. Pero en esta ocasión decidió llevar la furgoneta hasta la Ermita y ahorrarse el tiempo que perdería en ir y venir a través del barranco.

Llegó extenuado a los alrededores de la casa, maldiciendo una y otra vez la dependencia que tenia del tabaco, que le impedía poder realizar una respiración normal y le producía unos pitidos insoportables.

Al aproximarse a la casa, su cansancio acabó, la angustia de la respiración desapareció y la felicidad iluminó su rostro, al ver que Johanna estaba allí. Era preciosa y tenía la figura más bonita de cuantas mujeres había conocido. Era de su misma altura, pelo castaño cortado a media melena, cuerpo ligero y elegante. Estaba embobado observándola cuando ella giró y lo vio.

— ¡Hola!— la saludo denotando una gran alegría.

— ¡Hola Nel! Te veo feliz ¿Has averiguado algo?

—No. Simplemente me ha dado mucha alegría verte.

—Me alegro que verme te produzca esa felicidad. ¿Qué es lo que querías que hiciéramos aquí?

—No tengo nada pensado, simplemente esta casa me atrae de forma inexplicable. He estado mirando en internet el tema este de las revelaciones o presencias, y todos coinciden que los espíritus de las personas fallecidas de forma trágica, se quedan vagando entre el mundo de los vivos y los muertos. Lo que no me queda muy claro es por qué se quedan aquí. Y como me gusta un misterio más que a “Iker Jiménez”, prefiero dedicarme a averiguar todo lo que pasa, a pesar de las inquietudes que me está creando.

Siempre he sido reacio a creer lo que la gente contaba sobre la presencia de espíritus, pensando que todo era con afán de notoriedad. Y ahora mírame, una persona que cuestionaba todo lo que la ciencia no podía explicar, se encuentra viviendo una situación que no contará, y si lo hace será a las personas más íntimas. Y lo peor de todo, me estoy cuestionando mi salud mental.

—Nel, no es por crearte más incertidumbre. Pero creo que al de la linterna lo tienes dentro de la casa.

—Se volvió rápidamente —estaba de espaldas a la casa— y vio como una luz se desplazaba en la planta de arriba, de una ventana a otra. Luego bajó a la planta de abajo y desapareció. Volvió a aparecer en lo que él creía que era un establo, todo esto sin abrir puertas o ventanas y sin ver persona alguna.

—Dime que lo has visto todo, Johanna. Y que no se trata de una paranoia mía.

—Claro que lo he visto y al igual que tú la he visto pasar de la casa al establo. Y por supuesto que no estás paranoico.

—Entonces, ¿me crees?      

—Nunca he dudado de lo que me contabas, simplemente me parece muy raro, y comprenderás que es complicado de asimilar, aparte de que yo nunca he visto a la niña ni he sentido sus palabras, ni sus lloros.

— ¿Nos bajamos ya?, mañana tengo que trabajar.

—Vale, mañana subimos y echamos un vistazo.

—Veo que eres bastante persistente. Dime, no dejaras de subir aquí hasta averiguar lo que está pasando, ¿verdad?

—Llevas toda la razón, a veces soy demasiado obstinado, pero no lo tengo como un problema o defecto grave. Es algo que me gusta mucho de mi forma de ser. Jamás dejaré de buscar una explicación a lo que pasa. Sea lógico o ilógico. Y menos aún una experiencia como la que estoy sufriendo. Hace ya muchos años que mi padre murió de forma trágica. Yo solo tenía cinco años cuando ocurrió. Mi madre, imagino que con la intención de tener algo de él, guardaba en las cámaras de la casa, la corona y el crucifijo que iba en su ataúd, la motocicleta, las trampas, los cepos, el meriñaque, los carburos y muchas más cosas que mi padre había tenido y usado en su vida. Para mí, subir a las cámaras era terrible, no sé por qué me atemorizaba ver el crucifijo y la corona, que para más inri era de flores de plástico y comidas por el sol. Pero un día en que fuimos al pueblo de visita, con nueve años, subí a las cámaras y me quedé sentado en el escalón. Estuve sentado, al principio de manera temblorosa, con la boca seca y sintiendo ruidos por todos lados. Bajé cuando ya había oscurecido. A partir de ese día siempre que iba al pueblo me subía a las cámaras, donde monté un universo de juegos y fantasía. Te cuento esto para que comprendas que si no hubiese hecho eso, jamás hubiera podido subir. Necesitamos saber qué es lo que nos produce ese miedo e intentar comprenderlo. Si no lo hacemos viviremos asustados toda la vida y en la mayoría de los casos será por algo que hemos creado nosotros mismos. Sin mas vida que la que le proporcionamos nosotros.

—Oye, Johanna, ¿tú eres de aquí o estas de vacaciones al igual que yo?

—Veo que me escuchas cuando te hablo. Cuando quedamos el otro día, ¿qué te dije?

—Es verdad, perdona, no me acordaba que me dijiste que dependía de tu trabajo ¿Pero eres de aquí o no?

—No, no soy de aquí. Mi hogar está casi a mil kilómetros de este lugar. Me ofrecieron un trabajo en Lugo que podía durar unos cuarenta días y me vine. Un día en el que no trabajaba subí aquí, y sin quererlo, mi alma quedo aquí para siempre.

—Madre mía, desde tan lejos. Desde luego la crisis ha hecho mucho daño.

—No es por la crisis, Nel. Tuve problemas con mi pareja y cuando vi esta oportunidad la aproveché. Y tú ¿Por qué has venido aquí?

—He venido porque esta zona me gusta mucho. Necesitaba estar solo, pensar en lo vivido y lo que quiero vivir. Vine cargado de preguntas a las que allí no encontraba respuesta.

— ¿Y las has encontrando?, las respuestas, quiero decir.

—Muchas de ellas sí. Otras creo que pronto las sabré. Pero tengo la total convicción de que son absurdas y que lo único que he conseguido con ellas es alejarme a un lugar que para mí es paradisiaco. Posiblemente lo único que necesitaba era huir de una rutina que me estaba ahogando.

Los problemas con tu pareja debieron de ser terribles para que hayas puesto tanta distancia entre ambos.

—Si Nel, fueron brutales. Y durante un tiempo me dejaron destrozada.

—Deduzco que el problema vino por él.

—El problema lo creo él y yo pagué las consecuencias.

—Si quieres cambiamos de tema, comprendo que aún no tenemos confianza para que me lo cuentes.

—Nunca me ha gustado hablarlo con nadie. Pero en esta ocasión sí quiero hacerlo. Estamos aquí solos, y dentro de un tiempo nos separaremos. Así que hablarlo contigo será como decirlo al viento.

Tenía una vida feliz, enamorada hasta el punto de renunciar a muchas cosas por él. Pero no quería ver la realidad que poco a poco se colaba en mi vida. La incompresible cobardía, o el desprecio más grande de un ser que juega con los sentimientos de la persona que le ama.

Hay cosas que no se pueden ocultar toda la vida. Detalles como bofetadas sin mano que te van abriendo un poquito más los ojos y que no quieres reconocer por lo doloroso que es. Hasta que recibes el golpe más fuerte, la traición. Enterarte que la persona a la que le das lo mejor de ti, con la que compartes intimidades, alegrías, tristezas, momentos de placer y a veces de discusiones, que se despide de ti con un beso, un abrazo, un vuelvo pronto, va a reunirse con otra. Viendo como tu vida se desmorona, que todo lo que habíais planeado se va al traste por un cabrón que no ha tenido el valor de decirte que no te quiere, que no es feliz a tu lado.

—Perdona Johanna, no creía que fuese algo tan cruel.

—Sí Nel, lo es —Le dijo con los ojos inundados de lágrimas— Pero la vida solo acaba con la muerte. Así que recogeré los pedazos de mi corazón, uno a uno, y con el tiempo los iré uniendo.

—Johanna, déjame que te lleve hasta el pueblo, se nos ha hecho muy tarde y mañana madrugarás.

—Venga vale. Pero que sepas que no me da miedo caminar por la noche.

—Pues yo me cago— Le dijo Nel riendo— Espera que tu puerta la tengo que abrir con la llave. Tengo que llevarla al taller cuando regrese a casa.

— ¿Y por qué no la llevas a un desguace?

— ¡¿A mi loqui?¡ No hasta que no vea que está muerta. Aún le quedan muchos kilómetros que hacer conmigo.

—Johanna, sé que te puede parecer muy precipitado, pero me alegro mucho de conocerte.

—Gracias y sé que te va a parecer muy precipitado, pero me encuentro muy bien contigo. Déjame en el museo, tengo el coche cerca.

—Johanna, mañana estaré por la casa, si acabas pronto me gustaría verte.

—Y yo subiré si puedo.

—Thor, me gustaría saber qué narices te pasa con Johanna. No te has acercado a ella ni una vez. La ignoras y eso me duele. Me gusta estar con ella y espero que a ti te pase lo mismo. No te voy a regañar, pero a ver si estás más cariñoso la próxima vez que nos veamos.

Cenó de manera tranquila, tomándose su orujo y fumando con deleite un cigarrillo. Preparó una manta y conectó el radiador con  intención de quedarse toda la noche despierto. Quería que esto fuese una señal para la niña. La esperaría toda la noche con la ilusión de que se comunicara con él o al menos que la pudiese ver otra vez. No sabía por qué, pero desde que la vio en la grabación, despertó en él el amor paternal que no había tenido. Maldiciendo a quien le hubiese hecho tanto daño.