AL ATARDECER
CAPÍTULO III
—
¡Thor! ¿Qué pasa? —le dijo mientras él no dejaba de gruñir en dirección a la
ventana— Por favor duerme.
—
¡Thor coño! deja de gruñir. No hay nadie fuera— Pero su fiel amigo no cejaba en
su empeño, erguido sobre sus patas traseras y apoyadas las delanteras en el
alfeizar de la ventana.
Se
levantó Nel de la cama y se asomó a la ventana, escudriñando el exterior —No
hay nada campeón— Habrá sido algún animalillo vagando en busca de alimento o
cobijo.
—
¡Vamos arriba valiente! Vaya noche que me has dado.
Hoy
vamos a hacer el sendero que está señalizado más abajo. Mientras caminaban Thor
no dejaba de alertarse por unos pequeños ruidos que venían de diferentes
lugares de manera intermitente. —Thor. Son las castañas al caer, deja de estar
tan alerta que aquí no hay peligro alguno.
—Al
volcar al otro lado de la montaña, se sintió bastante agradecido, observando
que el recorrido iba a ser a media ladera. Cuando llevaban aproximadamente la
mitad de la ruta, vio una zona despoblada del bosque, por la que transcurría el
sendero, con unas cuantas vacas pastando
en él.
Nel
amarró a Thor para evitar una situación embarazosa, pues era la primera vez que
iba a caminar tan cerca de las vacas y temía que tuviese una reacción
predadora, genéticamente heredada de sus antepasados, como solía hacer en su
tierra cuando veía un rebaño de ovejas o cabras. Confirmando su miedo cuando
Thor las vio y empezó a dar tirones de la correa, mirándolo y saltando como
súplica para que le concediera la libertad de poder correr hacia ellas.
—Mira
Thor! Una cochina con sus bermejos. No se te ocurra ir para allá que llevas una
clara desventaja y no estoy tan cerca como para llevarte a cuestas si te
alcanza la madre. Quieto —le ordeno a Thor mientras sacaba algunas fotografías.
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