Seguidores

lunes, 8 de febrero de 2021

Un día de mierda

 

 

 

Un Día de Mierda.

               Este relato que ahora os cuento ocurría una tarde de primavera en la que estaba en los alrededores de mi ciudad, que para que los que no la conozcan es poseedora de una sierra preciosa, esa tarde, como siempre me ocurre, porque siempre me hago la promesa de fijarme una hora de vuelta, pero como siempre, llegada la hora de volver ocurrió un imprevisto.

               Caminando cerca de la hora en la que tenía que volver vi una baña de Jabalíes, lo que como fotógrafo aficionado me entusiasmo pensando que sería un lugar estupendo para fotografiarlos, pero por desgracia para los que me rodean y agradecido de su infinita paciencia, vi que accedían a la charca por un  túnel que se abría en la maleza compuesta en su mayoría por zarzales, y yo que soy una persona de naturaleza curiosa no pude controlar mi instinto de seguir por ese pasadizo para ver de donde provenían los bichos. Como no podía ser de otra forma me adentre en él, primero intente ir agachado, lo que fue un fracaso total por que la mochila se me enganchaba y era imposible avanzar, me senté para quitarme la mochila y ponérmela como cateto que va a Madrid, en el pecho para seguir avanzando en lo que se recordaría en la historia como una hazaña jamás superada, cuando oí el segundo rasgón de mi anorak, me postre de rodillas, no para pedir ayuda al Señor sino todo lo contrario para caminar como abstemio con cuatro copas, a gatas en esa pequeña travesía que se me hizo interminable, mientras Thor no dejaba de empujarme con su hocico, pues parece ser que el pobre se estaba agobiando al ver que al igual que él yo no tenía muy buen manejo andando con los cuatro miembros, decido dejarle que pasar con el consiguiente enganche de los dos con las zarzas, para él fue algo que paso sin más problema, pues lo único que dejo fue un poco de su abundante pelo, para mí fue un motivo de recuerdo, pues al oír en varias ocasiones como se rasgaba mi anorak no dejaba de acordarme de mí mujer. Thor cuando se vio con total libertad para caminar empezó su trote en dirección a la salida, que imaginé tendría que haber en algún lugar, más que nada, porque estaba hasta los huevos de andar a cuatro patas y deseaba cual “homo erectus” caminar sobre mis dos patuchas, pero para mí desazón no encontraba el final, cuando oí jadear a Thor que volvía en busca de su dueño, “más cariñoso él” acercándose ni corto ni perezoso como si llevara un siglo en mi ausencia, fue directo a darme un besico… el hijoputa debía de haber salido del zarzal y haber encontrado algún olivar o camino o sepa dios, porque al darme ese lengüetazo tan cariñoso note que se había comido una chufla, madre mía, cuando me dio el olor a mierda no dejaba de dar arcadas, diez minutos estuve de rodillas con los brazos cruzados y mi cara en medio, porque su afán solo era hacerme participe de la chufla que se había comido, y es que desde que lo tengo lo he acostumbrado a ser generoso y compartir, cuando él se dio cuenta de que no me apetecía compartir tan delicioso manjar decidió que era hora de seguir, así que haciendo un gran esfuerzo deje de dar arcadas pues aún duraba el olor en mi nariz, sin la posibilidad de dar marcha atrás ya que había recorrido un buen tramo decidí seguir adelante con el deseo de que Thor se hubiese quedado satisfecho y no buscara otra más para seguir llenando su barriga. Y fue cuando al llegar al final de ese tortuoso camino me erguí estirazando mi cuerpo hasta el punto de llegar al descoyuntamiento cuando vi que había salido a un camino y cual fue mí sorpresa cuando al girar mi cabeza a la derecha y a unos cuatros metros volví a ver la misma charca con el mismo túnel de zarzas por el que había entrado, y sin  dejar de pensar en la bronca que estaba por venir al haber roto el anorak me dije. “Con dos cojones Manolo, esto si es una expedición de mierda”

No hay comentarios:

Publicar un comentario