Un Día de Mierda.
Este
relato que ahora os cuento ocurría una tarde de primavera en la que estaba en
los alrededores de mi ciudad, que para que los que no la conozcan es poseedora
de una sierra preciosa, esa tarde, como siempre me ocurre, porque siempre me
hago la promesa de fijarme una hora de vuelta, pero como siempre, llegada la
hora de volver ocurrió un imprevisto.
Caminando
cerca de la hora en la que tenía que volver vi una baña de Jabalíes, lo que
como fotógrafo aficionado me entusiasmo pensando que sería un lugar estupendo
para fotografiarlos, pero por desgracia para los que me rodean y agradecido de su infinita paciencia, vi que accedían a la charca por un túnel que se abría en la maleza compuesta en
su mayoría por zarzales, y yo que soy una persona de naturaleza curiosa no
pude controlar mi instinto de seguir por ese pasadizo para ver de donde provenían
los bichos. Como no podía ser de otra forma me adentre en él, primero intente
ir agachado, lo que fue un fracaso total por que la mochila se me enganchaba y
era imposible avanzar, me senté para quitarme la mochila y ponérmela como
cateto que va a Madrid, en el pecho para seguir avanzando en lo que se
recordaría en la historia como una hazaña jamás superada, cuando oí el segundo
rasgón de mi anorak, me postre de rodillas, no para pedir ayuda al Señor sino
todo lo contrario para caminar como abstemio con cuatro copas, a gatas en esa
pequeña travesía que se me hizo interminable, mientras Thor no dejaba de
empujarme con su hocico, pues parece ser que el pobre se estaba agobiando al ver
que al igual que él yo no tenía muy buen manejo andando con los cuatro miembros, decido dejarle que pasar con el consiguiente enganche de los dos con las zarzas, para
él fue algo que paso sin más problema, pues lo único que dejo fue un poco de su
abundante pelo, para mí fue un motivo de recuerdo, pues al oír en varias
ocasiones como se rasgaba mi anorak no dejaba de acordarme de mí mujer. Thor cuando se vio con total libertad para caminar empezó su trote en
dirección a la salida, que imaginé tendría que haber en algún lugar, más que
nada, porque estaba hasta los huevos de andar a cuatro patas y deseaba cual “homo erectus” caminar sobre mis dos
patuchas, pero para mí desazón no encontraba el final, cuando oí jadear a Thor
que volvía en busca de su dueño, “más cariñoso él” acercándose ni
corto ni perezoso como si llevara un siglo en mi ausencia, fue directo a darme
un besico… el hijoputa debía de haber salido del zarzal y haber encontrado
algún olivar o camino o sepa dios, porque al darme ese lengüetazo tan cariñoso
note que se había comido una chufla, madre mía, cuando me dio el olor a mierda
no dejaba de dar arcadas, diez minutos estuve de rodillas con los brazos
cruzados y mi cara en medio, porque su afán solo era hacerme participe de la
chufla que se había comido, y es que desde que lo tengo lo he acostumbrado a
ser generoso y compartir, cuando él se dio cuenta de que no me apetecía
compartir tan delicioso manjar decidió que era hora de seguir, así que haciendo
un gran esfuerzo deje de dar arcadas pues aún duraba el olor en mi nariz, sin la posibilidad
de dar marcha atrás ya que había recorrido un buen tramo decidí seguir adelante
con el deseo de que Thor se hubiese quedado satisfecho y no buscara otra más
para seguir llenando su barriga. Y fue cuando al llegar al final de ese
tortuoso camino me erguí estirazando mi cuerpo hasta el punto de llegar al descoyuntamiento
cuando vi que había salido a un camino y cual fue mí sorpresa cuando al girar
mi cabeza a la derecha y a unos cuatros metros volví a ver la misma charca con
el mismo túnel de zarzas por el que había entrado, y sin dejar de pensar en la bronca que estaba por
venir al haber roto el anorak me dije. “Con dos cojones Manolo, esto si es una
expedición de mierda”
No hay comentarios:
Publicar un comentario