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lunes, 8 de febrero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO XIX

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XIX

 Se encontraba cerca de la casa cuando vio a Johanna. Estaba con la cabeza ligeramente inclinada, dejando caer su cabello a un lado. Nel Se quedó parado observando esa imagen que le impedía seguir hacia su encuentro. Era la más bella de cuantas mujeres había conocido.

— ¡Hola Johanna! ¡Has podido venir!— exclamó con una alegría difícil de disimular.

—Te dije que si podía subiría ¿Te voy a tener que estar diciendo siempre lo mismo cada vez que nos veamos?

—Llevas razón, pero no te imaginas la alegría que me ha dado verte.

—A mí también me gusta verte. Pero no por eso voy a estar repitiendo una y otra vez “Nel, me alegro de verte”— Le dijo ella sonriendo.

—Perdona. Intentaré controlar este corazón que se ve desbocado cada vez que te ve.

— ¿Paseamos un poco antes de que nos alcance la noche?

—Yo quería proponerte que entráramos a la casa, me gustaría mucho ver su interior.

— ¿Y si nos ve alguien? Eso es allanamiento de morada.

—No sé qué clase de delito será, pero desde luego allanamiento de morada no. No lleva la casa años sin ser morada de nadie ni ná— rio Nel.

—Hoy estas graciosillo.

—Un poco.

— ¿Y por dónde entramos?

—Pues por la puerta si está abierta, y si no por el primer sitio que veamos accesible.

Nel fue directamente hacia la puerta principal, pero ésta a pesar de los empujones que él le dio, no cedía.

—Probemos con la otra— le dijo a Johanna.

Al igual que la otra estaba bien cerrada, por lo que volvió sobre sus pasos y con el enfado de haber encontrado tanta resistencia por las puertas, empujó la ventana con tanta fuerza que algo en su interior salto.

—Ya tenemos entrada Johanna. Paso yo y tú me sigues ¿vale?

Nada más pisar el interior se percataron de que todo estaba en desorden y cubierto por el polvo y la suciedad de muchos años cerrada. Los pocos muebles que había en la estancia estaban abiertos y registrados. Nada parecía estar en su lugar a excepción de la mesa grande, posiblemente donde muriese la esposa de Esteban y la silla donde a él lo encontraron maniatado. El enlucido de las paredes y el techo estaban en mal estado. Hasta el punto de que en algunos lugares ya estaba caído. Pero a pesar de todo, la casa no presentaba el aspecto que él creía que debería tener una casa con un poco más de setenta años cerrada.

La planta de arriba fue vista desde las escaleras, por miedo a que el suelo se derrumbara al caminar sobre él. Y desde ahí comprobó que la situación era prácticamente igual, se veía lo que sin duda eran las patas de las camas, un armario caído sobre una de ellas, y toda la ropa y enseres que debía de haber en su interior esparcidas por todo el piso.

—Esto está igual que lo de abajo Johanna. Vamos a echar un vistazo al establo y nos bajamos si quieres.

Salieron por la ventana que entraron, cogiendo Nel antes un cordel y lo que debía de ser una herramienta de no sabía qué.

— ¿Para qué quieres eso?— preguntó Johanna.

— ¿Esto?— le dijo mostrando la cuerda y el instrumento de metal que había cogido —, ahora cuando salgamos te darás cuenta para lo que lo voy a utilizar.

Al salir al exterior, Nel ató el trozo de metal a la cuerda, cerrando la ventana lo justo para que pasara el cordel. Tiró fuerte y la ventana quedo completamente cerrada.

— ¿Cómo te has quedado?— rió Nel —Así nadie sabe que han entrado y nosotros podremos entrar con un pequeño empujón.

Con la entrada del establo no hubo problema, porque en el lugar donde debía de haber una puerta, ésta era inexistente. Pasaron iluminándose con el frontal de Nel. El establo, diáfano, tendría unos siete metros de largo por cinco de ancho. Al lado izquierdo había un pequeño cortado que imaginó Nel sería para el cereal y el pasto en invierno, teniendo éste una viga a todo lo largo que debía de ser para que las vacas no pudieran entrar y pisar el alimento. En la esquina derecha, al fondo, vio una cosa parecida a un horno, recordando que algo similar es lo que utilizaban los herreros para calentar el metal, aunque le dio la sensación de estar construido para aguantar mucho más calor de la que se necesita para calentar el hierro para moldearlo. Le sorprendió que tuviera esto una boca muy pequeña para las dimensiones que tenía el horno o lo que fuera. Contaba en su parte baja con un orificio en el que podía meter su dedo pulgar —Mañana voy a buscar en internet qué puede ser esto y qué función tenía en un establo— Se dijo para sí. En la misma pared en la que estaba ese chisme, y a la altura de sus ojos, había un hueco parecido a una saetera de la que puedes encontrar en cualquier castillo fortificado.

— ¿Bajamos ya?— le dijo a Johanna.

—Sí, ya es muy tarde.

—Y Thor ¿Dónde está?— Le preguntó mientras le silbaba y lo llamaba.

—Nel, creo que está en el establo.

Acercándose a la puerta del establo, iluminó la estancia, hasta que vio que Thor no dejaba de arañar la piedra que se encontraba en la esquina izquierda del fondo, frente al artefacto que él creía que era un horno.

— ¡Thor! Vámonos ya— le dijo, pero tuvo que insistir en su llamada al ver que éste seguía obcecado con la tarea de escarbar en la piedra. Se acercó para ver si su inteligente amigo había encontrado algo interesante.

—Thor, solo es una losa grande. Venga déjalo que nos vamos a casa.

—Se nota que sois buenos amigos.

—Sí lo somos ¿Por qué lo dices?

—Por el caso que te ha hecho— reía Johanna— Se ve claro que no sois jefe y subordinado.

—En eso llevas toda la razón, somos grandes amigos. Por lo menos yo lo veo así. Él no lo sé— sonreía Nel.

Sé que es absurdo lo que te voy a decir, pero a veces creo que es el único buen amigo que tengo.

Últimamente no lo he pasado muy bien, y él siempre ha estado a mi lado. No mantenemos un dialogo normal, pero con mirarnos sabemos qué nos pasa. Sabe cuándo necesito de su compañía y yo cuando él quiere la mía. Y si a eso sumamos que no soy muy hablador, pues la pareja ideal.

—Y nunca te traicionará— dijo Johanna.

—Te ha dejado bien jodida lo de tu pareja ¿verdad?

—No, para nada.

—Me alegro de que lo hayas tomado así. Tiene que ser muy triste y doloroso que la persona a la que amas traicione tu confianza ¿Y hace mucho que ocurrió?

—Creo que unos dos años.

— ¿Y has tenido alguna relación sentimental con otro hombre?

—Alguna, pero no ha salido bien.

— ¿Y no puede ser porque en tu interior temes que vuelva a pasar lo mismo? No sé si era la primera relación, imagino que no. Pero desde luego sí la que te ha marcado. Y perdona mi sinceridad, pero tengo la sensación de que me estás engañado. No creo que lo hayas superado, es más, cualquier relación que puedas tener la vas a comparar con la deslealtad que sufriste. Hay momentos en la vida en los que eres consciente de la realidad, la cruel realidad. Por eso estoy convencido de que todo tiene su momento.

—No comprendo lo que dices.

—Vamos a ver si consigo explicártelo con la escasez de vocabulario que tengo. Cuando somos jóvenes, solo buscamos ese ser que nos gusta por su exterior, y con el paso del tiempo van creciendo si son compatibles, madurando unidos. Por eso te digo que ni a ti ni a mí nos pasará. Nosotros, y no lo digo porque seamos mayores, bueno yo sí, nos encontramos totalmente integrados en la sociedad, somos independientes en todos los sentidos. Esto conlleva que tenemos las cosas muy claras y que no nos conformaremos porque sabemos lo que queremos. El problema sobreviene porque las  decisiones que debemos tomar y lo que deseamos serán producto de nuestras experiencias vividas. ¿Qué pasa con esto?, que nunca seremos lo bastantes locos para soltarnos el pelo, para dejar que el amor nos inunde. Y sinceramente soy de los que piensan que al amor hay que darle una oportunidad, aunque conlleve que te partan el corazón. Y te lo digo yo, que no me cabe más esparadrapo en el mío.

—Posiblemente tengas razón. Pero son esas experiencias las que nos van moldeando para ocupar el lugar que nos corresponde en el mundo. Y el amor nunca desaparece, simplemente tienes muy claro lo que quieres. Posiblemente sea imposible alcanzarlo. Pero el amor nunca muere.

—Ojalá que así sea, porque ya me está pesando esta soledad.

—Quizás no lo estés enfocando de la manera correcta Nel.

—Esa es una de las muchas dudas que me han traído aquí.

—Johanna, mañana voy a ir a Lugo, quiero comprar una grabadora de esas que se activan con la voz para ponerla por aquí. Creo que como pasó con la grabación del ordenador, puede pasar con una grabadora.

—Pues deja el ordenador en grabación y no tienes que comprar nada.

— ¡Venga ya! A mi portátil no lo dejo aquí ni de coña. Lo que quiero pedirte es si nos podemos ver allí y desayunar juntos.

—Mañana no puede ser, Nel, tengo que ir a ver unas cosas de mi trabajo y me temo que estaré toda la mañana fuera.

—Otro día será entonces. Déjame que te baje hasta el pueblo.

—Vale, muchas gracias.

Llegó Nel a su hogar temporal con una sensación agridulce, por un lado se sentía feliz con la compañía de Johanna, pero no dejaba de pensar en la preciosa niña que lo llamaba. Conforme iba sabiendo más de lo ocurrido, más acrecentaba en su mente el sufrimiento que podían haber sufrido los pequeños.

Esa noche, aparte del gimoteo de Thor, que como comprobó se debía al movimiento de la luz de la montaña, durmió plácidamente. Despertó sobre las diez y media.

—Thor— le comentaba mientras desayunaba —que bien sienta poder dormir un buen rato. Aunque no dejo de darle vueltas a la posibilidad de que todo haya acabado. La noche anterior no oímos nada, esta noche tampoco. Podría ser que todo lo que hemos vivido sea un sueño. Si no captamos nada con la grabadora abandonaré la búsqueda o lo que sea que estoy haciendo. E intentaré pasar todo el tiempo que pueda con Johanna.

Una vez que llegó a Lugo, se dirigió en primer lugar a una notaría, y acto seguido comenzó la búsqueda de los comercios en los que pudiera encontrar la grabadora. Decidió quedarse en la ciudad y pasear por sus calles y la muralla.

A la llegada se encaminó hacia la Ermita para dejar la furgoneta y subir a la casa a colocar la grabadora. Una vez dentro y viendo que nadie había entrado en ella, decidió dejar la grabadora en la mesa donde, según la versión de José Manuel y el informe de la policía armada, la esposa de Esteban había sido asesinada, y después posiblemente violada, golpeada y ajusticiada. Salió fuera donde le esperaba Thor, y apoyando la espalda en el castaño que tanto le gustaba, espero a Johanna.

—Volvamos al coche Thor ¿Thor?— grito Nel al no verlo cerca, apareciendo éste en la puerta del establo —Vamos a casa campeón, y no te despistes más que te dejo solo.

Realizaba la bajada lentamente, con la ilusión de que Johanna apareciera, y con esa esperanza llegó al coche.

—Hoy parece que no la vamos a ver.

 

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