Hoy, en una de las llamadas que recibo en mi segundo
encierro para preguntar por si hay algún cambio en mi salud y tras una pequeña
conversación y como despedida me ha dicho;
—Cuñao porque no escribes algo de la mierda esta.
Sinceramente me
hace ilusión que me pidan que escriba sobre algo, pero de verdad os digo que
escribir sobre el virus ya raya bastante y no quiero seguir con algo que nos está
machacando. Aunque bien es verdad que estas circunstancias me están haciendo
ver muchas cosas que antes desconocía o no prestaba atención,
Una de estas es que por fin he comprendido desde que
utilizamos la mascarilla, porqué en la mayoría de la literatura árabe se hace
mención a los ojos… ¡Tócate los huevos, si no veían otra cosa!
Y contra todo pronóstico hay que reconocer que nos
estamos acostumbrando a llevar la mascarilla a pesar de algunos contratiempos;
El otro día que estaba bastante feliz me dió por sacarle
la lengua a una niña que me miraba sorprendida… Madre mía estuve toda la mañana
dando arcadas y tenía pelusa de la mascarilla hasta en la campanilla… aunque
aún tenemos algunos inconvenientes que deben estudiar los técnicos, ya que vivo
en un mundo de penumbras permanente con las gafas siempre empañadas aunque
tiene algo positivo y es que me estoy haciendo un experto en reconocer bultos,
porque verlos con nitidez es imposible. El otro día cabreado de tanta neblina
me coloqué dos esparadrapos sujetando la mascarilla a ambos lados de la nariz,
y he de reconocer que esa idea hizo que se me saltaran las lágrimas, no de
emoción o acierto sino a la hora de quitármelo…creo que con el esparadrapo me
lleve el lagrimar, “Por dios que mal rato pase” y encima toca disimular.
Y el tema de las relaciones sociales ¿Qué?; La verdad es que antes cuando ibas caminando
y veías a un amigo por la acera de enfrente, cruzabas y le saludabas con un
abrazo y entablabais una conversación discreta, pero no, ahora hay que respetar
la distancia de seguridad lo que te lleva a ser más ordinario que la música de
las grecas, total que te acercas todo lo que puedes al bordillo de tu acera,
preparas tus pulmones expirando todo el aire que puedes para salvar la
distancia de cuatro carriles de circulación, un seto y una fila de coches aparcados
a ambos lados y desde ahí y a voces comienzas la conversación…
—Pacoooo —este que se gira y te saluda levantando la mano
con la inseguridad de no saber quién le está hablando— ¿Cómo estás?
—!Ehhh¡ me alegro de verte —y una mierda se dice para sí,
no se quien cojones eres intentando sin éxito conocer al que lo saludaba
intentando mirar a través de unas gafas empañadas en la parte superior y con un
charco de condensación en la parte inferior — estoy muy bien y ¿Vosotros
—Nosotros
estamos muy bien, parece que por ahora nos escapamos del bicho —le respondió
desde la acera de enfrente— estamos pendientes de una PCR por que el otro día
fue a casa mi sobrino que estuvo con su primo que tiene familia fuera y un
amigo del primo del primo de mí sobrino que estuvo en una fiesta con otros
amigos y creen que uno de los amigos de los amigos del amigo del primo de mi
sobrino había estado en una fiesta en la que estuvo un positivo que por lo que
se ve lo había contagiado su abuela que a su vez la contagio una conocida del
centro de día que tenía un nieto carnicero que dijo qué uno de los clientes se
lo contagio a él porque decía que trabajaba con uno que dio positivo en covid.
A estas alturas de la conversación se encontraban todas
los viandantes en un radio de cincuenta metros parados con la incertidumbre del
resultado de la PCR, unos agachaban la cabeza mientras maldecían —puto
coronavirus— otros movían la cabeza de lado a lado —la que nos han liao, me
cago en su put…. — y fue aumentando las conversaciones entre unos y otros hasta
que todo fue un caos de voces y conversaciones entremezcladas en las que nadie
sabía a quién preguntaban y quien les respondía.
Lo más complejo de todo esto es la prohibición de fumar
en las terrazas… eso si, en mi tierra y creo que en todas partes se lleva a
rajatabla: Hace unos días por navidad fui a tomar unas cañas con la familia,
bueno la familia que se reducía a tres personas incluida yo, fue sorprendente
para mí que prácticamente no salía desde el estado de alarma, ver como las terrazas
estaban ocupadas y solo quedaba una que hacia límite con la superficie de la
terraza, eran las siete y media así que no podíamos tomar alcohol, pero fue lo
más sorprendente de esto que al ser fumador me daba cosa levantarme y separarme
para poder hacerlo, y cuál fue mi sorpresa cuando observo a mi alrededor que los
y las fumadoras se levantaban de la mesa y en el mismo lugar se fumaban el
cigarrillo, viendo una cosa tan absurda pregunte a mis acompañantes “¿Se prohíbe
fumar en las terrazas? O ¿Se prohíbe fumar sentado en las terrazas?... Bueno se
puede decir que esa es nuestra naturaleza —respondió— entendemos e
interpretamos las leyes como nos da la gana.
Pero donde mejor lo paso es en el tema del saludo, me
resulta gracioso cuando dos personas de una edad confusa —ni viejos ni jóvenes—
se encuentran… Y es que ante la falta de practica e intentando ser más que
todos los demás respetando las normas, el uno que se acerca a dar un abrazo, el
otro que extiende su mano, el del abrazo se da cuenta de que no puede tener
contacto físico y retira el brazo y la mano y prepara el codo —eso es lo
último, lo más moderno— el otro que no le da tiempo a preparar el codo y queda
al descubierto, el otro que sigue en su trayectoria impactando en el pecho del
amigo y cayendo al suelo, el amigo que se queda sorprendido por que no puede
darle la mano o cogerlo para ponerlo de pie, a duras penas consigue levantarse y
después de pasar por tan nefasto intento de saludo acaban con un ¡Ehhh!, ¡Ahhh!
Otro día con más tranquilidad y más preparación lo harán mejor
Espero que este pequeño relato te guste y que estés muy
bien. Te deseo lo mejor y desde estas páginas quiero hacerte llegar mi abrazo.
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