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lunes, 8 de febrero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO XVIII

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XVIII

 

Lo despertó la claridad de una mañana avanzada, no sabía cuándo se quedó dormido, pero debió de ser hace varias horas, porque al incorporase le dolían todos los huesos y el cuello parecía una tabla. Lo último que vio fue la luz que jugueteaba con la niebla. No lo despertó ninguna voz, ninguna imagen, esa noche le regalaron un sueño reparador aunque incómodo.

Desayunó con sensación de abandono, con la tristeza de que todo lo ocurrido solo hubiese sido una faena de su mente.

Conectó su portátil y se llevó una sorpresa al ver que su amigo Fernando le había mandado un mensaje.

“Buenos días Nel, te mando lo poco que ha encontrado mi secretaria. No es mucho pero no hay nada más. Y tenemos que alegrarnos porque no me lo esperaba. Estos legajos deberían estar ya destruidos. Y parece ser que no solo tú estás interesado en este tema, porque estos archivos estaban informatizados. Por lo que alguien los debió grabar no hace mucho. Espero que te ayuden en algo. Y si necesitas ayuda no dudes en llamarme. Pero no te metas en líos. Un abrazo”

“Muchas gracias Fernando, esto creo que me aclarará algo del caso. Espero verte pronto y poder disfrutar de unos días de descanso y juergas. Un abrazo” —le dijo Nel a través del correo electrónico.

Nel comenzó con la lectura de lo poquito que le pudo conseguir su amigo.

—Escucha, Thor. Te voy a leer los informes forenses que nos ha enviado.

En Lugo a diecisiete de diciembre del año de mil novecientos cuarenta y tres, siendo las once horas y quince minutos, se realiza autopsia del fallecido Esteban Noriega de la Hoz.

Nos saltaremos la palabrería y vamos a lo que nos interesa Thor.

La muerte le sobrevino entre las cuatro y las seis de la mañana, por una insuficiencia respiratoria, que se produjo por politraumatismo severo y hemorragias internas, presenta un orificio de bala en la parte frontal del cráneo sin orificio de salida, realizado post mortem.

La que debía ser su esposa,  Almudena Ibáñez Alcaraz, según éste murió por anemia aguda a consecuencia de la hemorragia por arma blanca que le seccionó parte del cuello y la vena aorta. Y por último la de Estebitan, Esteban Noriega Ibáñez. Lo que causó su muerte fue un shock refractario a consecuencia de los proyectiles de arma de fuego. Bueno, que murió por los dos disparos que recibió.

No es mucho campeón. Aquí hay unas diligencias de la policía. Te leo lo que de verdad importa, atiende:

“Personados los agentes en el lugar de los hechos observamos:

Frente a la puerta principal de la vivienda, y en el interior de la misma, atado de pies y manos, se encuentra un varón de cuarenta y dos años, que resulta ser Esteban Noriega de la Hoz. Presenta, en una primera inspección ocular, rostro ensangrentado, con varios cortes y contusiones. A la retirada de las ropas se aprecia varios hematomas de diferente coloración y tamaño. Parte torácica con varias costillas rotas al tacto. Los ojos nariz y boca prácticamente deformados, posiblemente a causa de los innumerables golpes recibidos, además de un disparo posiblemente de arma corta en la parte frontal de la cabeza”

“Mujer de unos treinta y nueve años, siendo la finada Almudena Ibáñez Alcaraz, se encontraba sobre la mesa de la estancia con las ropas destrozadas. Ambas manos de la víctima estaban atadas por sus muñecas a las patas de la mesa. Presentaba varios hematomas en el pecho, costados y muslos; corte en la parte izquierda del cuello de aproximadamente unos once centímetros de largo, así como sangrado vaginal.

Varón de unos trece años, siendo éste el niño Esteban Noriega Ibáñez. El cuerpo se encontraba junto a la puerta lateral o puerta falsa sobre el suelo de la casa. Presenta daños en el rostro y tórax, posiblemente por arma de fuego.

A la salida de la puerta lateral se aprecia una gran cantidad de sangre, lo que unido al poco sangrado en el lugar que ocupaba el cadáver, nos lleva a la suposición de que posiblemente éste fuese el lugar donde recibió los dos impactos el pequeño Esteban.

—Vamos a subir a ver a José Manuel, quiero saber más cosas de lo que paso allí esa noche.

—Buenos días, Juan. ¿Ha subido su padre con usted?, quisiera charlar un poco de la familia Noriega.

— ¡Hombre, Nel! ¡Ya sabe cómo se llamaba la familia y todo!— Le dijo José Manuel con exclamación.

—Hola, señor José, ya sé cómo se llamaban y cómo murieron, pero me gustaría que usted me contara más cosas si no tiene inconveniente.

—Claro que no, me gusta charlar con usted. Sentémonos y dígame que quiere saber— tomando asiento en un tronco habilitado para tal fin.

—Pues me gustaría que me contara cosas de la familia, por ejemplo ¿A qué se dedicaba Esteban?

—Huy eso no lo sé, en los casi cuatro años que vivieron aquí, nunca supimos a que se dedicaba. Como ya le dije el otro día, no era ni ganadero ni agricultor. Tampoco debía de realizar ningún trabajo en el exterior porque no tenía el color de piel y dureza del que trabaja al aire libre, según contaba mi padre.

—En los casi cuatro años que se conocieron ¿Recibieron alguna visita de alguien?

—Que yo recuerde no, y si las tuvieron yo no las vi. Y su hijo, mi amigo Estebitan, nunca me dijo que tuvieran visitas.

— ¿Y usted cree que lo que hacía le daría para comer a los cinco?

—No que va, a no ser que comas una vez por semana. Las vacas le daban la leche justa para ellos y quizás para mantequilla, y si no recuerdo mal, durante ese tiempo solo vendió tres o cuatro terneros, pero nada más. Tampoco tenían huerto en el que plantar alguna hortaliza o verdura.

— ¿Entonces cómo se las apañaban para comer?

—Pues imagino que debería de tener algunos ahorrillos porque comida no le faltaba. En muchas ocasiones le daba a mi padre tabaco, chocolate, frutas en almíbar, jabón y cosas que nadie de la zona se podía permitir sin sacrificar la comida de todos los días.

La primera vez que lo vi, venia sobre una montura muy bonita y llevaba una reata de tres mulas cargadas con cajas y sacos. Que yo recuerde estuvo aquí más de una semana solo, imagino que estaría preparando la casa para la familia. Pero la cuestión es que la casa no debía de estar muy mal porque la familia que la hizo y la habitaba despareció de la noche a la mañana. Al cabo de ese tiempo se fue y cuando volvió lo hizo con su mujer y con sus dos hijos. El pequeño nació aquí en la montaña.

—Muchas gracias por todo, ya vendré en otra ocasión para que me siga contando cosas de la familia y de la casa.

 

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