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lunes, 8 de febrero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO XVI

                                                               AL ATARDECER

                                                              CAPÍTULO XVI

Despertó sobresaltado, con los ojos empapados y el corazón lleno de tristeza, al oír como la puerta se cerraba de golpe. Se asomó rápidamente a la ventana, observando como la luz que él creía una linterna, subía rápidamente por la montaña en busca de la niebla que todas las noches aparecía en el mismo lugar. Descartó que fuese una persona por la rapidez con la que ascendía.

—Dios Thor, que sueño más triste he tenido. He soñado con la niña de la grabación, estaba frente a mí, mirándome con la misma tristeza que la vimos, pero de manera serena. Levantó su pequeña mano haciéndome gestos para que me aproximara, no dejando de pedirme que la siguiera, “Ven” “Ven” repetía. Se dio la vuelta y empezó a caminar, siguiéndola yo a corta distancia. El lugar por el que íbamos era cada vez más oscuro, hasta que llegó un momento en que la oscuridad era tal que no podía verla. Herminia, la llamaba con voz temblorosa, estoy aquí cariño, no te dejaré sola. Pero no respondía, empecé a percibir un llanto que seguro que era de ella y al poco otro más suave, quizás del niño pequeño, que entre suspiros no dejaba de llamar a su mamá. He notado su presencia, acariciaba mi pelo suavemente con mano pequeña y delicada, notando como el colchón se movía como si se tumbara junto a mí. Y este aroma tan agradable que parece ser que siempre la acompaña.

Me voy a volver loco. Cada vez comprendo menos qué está pasando, qué quiere decirme, a dónde quiere que vaya. Joder Thor, necesito que esto se aclare, no puedo verla más, quiero que esto acabe ya. Pero tampoco podemos irnos porque temo que esta situación se convierta en una pesadilla. Lo que quiera que sea debemos de averiguarlo ahora y descansar por fin.

Pasó toda la mañana pendiente de un mensaje que él sabía que no llegaría. Por mucho que explicase lo que está aconteciendo en su vida, nadie dejaría todas sus cosas para dedicarse a ayudarlo para buscar algo de un pasado complicado, donde la muerte era algo normal, y que posiblemente no quedara por escrito.

Después de comer se dirigió a la casa. Pero en esta ocasión decidió llevar la furgoneta hasta la Ermita y ahorrarse el tiempo que perdería en ir y venir a través del barranco.

Llegó extenuado a los alrededores de la casa, maldiciendo una y otra vez la dependencia que tenia del tabaco, que le impedía poder realizar una respiración normal y le producía unos pitidos insoportables.

Al aproximarse a la casa, su cansancio acabó, la angustia de la respiración desapareció y la felicidad iluminó su rostro, al ver que Johanna estaba allí. Era preciosa y tenía la figura más bonita de cuantas mujeres había conocido. Era de su misma altura, pelo castaño cortado a media melena, cuerpo ligero y elegante. Estaba embobado observándola cuando ella giró y lo vio.

— ¡Hola!— la saludo denotando una gran alegría.

— ¡Hola Nel! Te veo feliz ¿Has averiguado algo?

—No. Simplemente me ha dado mucha alegría verte.

—Me alegro que verme te produzca esa felicidad. ¿Qué es lo que querías que hiciéramos aquí?

—No tengo nada pensado, simplemente esta casa me atrae de forma inexplicable. He estado mirando en internet el tema este de las revelaciones o presencias, y todos coinciden que los espíritus de las personas fallecidas de forma trágica, se quedan vagando entre el mundo de los vivos y los muertos. Lo que no me queda muy claro es por qué se quedan aquí. Y como me gusta un misterio más que a “Iker Jiménez”, prefiero dedicarme a averiguar todo lo que pasa, a pesar de las inquietudes que me está creando.

Siempre he sido reacio a creer lo que la gente contaba sobre la presencia de espíritus, pensando que todo era con afán de notoriedad. Y ahora mírame, una persona que cuestionaba todo lo que la ciencia no podía explicar, se encuentra viviendo una situación que no contará, y si lo hace será a las personas más íntimas. Y lo peor de todo, me estoy cuestionando mi salud mental.

—Nel, no es por crearte más incertidumbre. Pero creo que al de la linterna lo tienes dentro de la casa.

—Se volvió rápidamente —estaba de espaldas a la casa— y vio como una luz se desplazaba en la planta de arriba, de una ventana a otra. Luego bajó a la planta de abajo y desapareció. Volvió a aparecer en lo que él creía que era un establo, todo esto sin abrir puertas o ventanas y sin ver persona alguna.

—Dime que lo has visto todo, Johanna. Y que no se trata de una paranoia mía.

—Claro que lo he visto y al igual que tú la he visto pasar de la casa al establo. Y por supuesto que no estás paranoico.

—Entonces, ¿me crees?      

—Nunca he dudado de lo que me contabas, simplemente me parece muy raro, y comprenderás que es complicado de asimilar, aparte de que yo nunca he visto a la niña ni he sentido sus palabras, ni sus lloros.

— ¿Nos bajamos ya?, mañana tengo que trabajar.

—Vale, mañana subimos y echamos un vistazo.

—Veo que eres bastante persistente. Dime, no dejaras de subir aquí hasta averiguar lo que está pasando, ¿verdad?

—Llevas toda la razón, a veces soy demasiado obstinado, pero no lo tengo como un problema o defecto grave. Es algo que me gusta mucho de mi forma de ser. Jamás dejaré de buscar una explicación a lo que pasa. Sea lógico o ilógico. Y menos aún una experiencia como la que estoy sufriendo. Hace ya muchos años que mi padre murió de forma trágica. Yo solo tenía cinco años cuando ocurrió. Mi madre, imagino que con la intención de tener algo de él, guardaba en las cámaras de la casa, la corona y el crucifijo que iba en su ataúd, la motocicleta, las trampas, los cepos, el meriñaque, los carburos y muchas más cosas que mi padre había tenido y usado en su vida. Para mí, subir a las cámaras era terrible, no sé por qué me atemorizaba ver el crucifijo y la corona, que para más inri era de flores de plástico y comidas por el sol. Pero un día en que fuimos al pueblo de visita, con nueve años, subí a las cámaras y me quedé sentado en el escalón. Estuve sentado, al principio de manera temblorosa, con la boca seca y sintiendo ruidos por todos lados. Bajé cuando ya había oscurecido. A partir de ese día siempre que iba al pueblo me subía a las cámaras, donde monté un universo de juegos y fantasía. Te cuento esto para que comprendas que si no hubiese hecho eso, jamás hubiera podido subir. Necesitamos saber qué es lo que nos produce ese miedo e intentar comprenderlo. Si no lo hacemos viviremos asustados toda la vida y en la mayoría de los casos será por algo que hemos creado nosotros mismos. Sin mas vida que la que le proporcionamos nosotros.

—Oye, Johanna, ¿tú eres de aquí o estas de vacaciones al igual que yo?

—Veo que me escuchas cuando te hablo. Cuando quedamos el otro día, ¿qué te dije?

—Es verdad, perdona, no me acordaba que me dijiste que dependía de tu trabajo ¿Pero eres de aquí o no?

—No, no soy de aquí. Mi hogar está casi a mil kilómetros de este lugar. Me ofrecieron un trabajo en Lugo que podía durar unos cuarenta días y me vine. Un día en el que no trabajaba subí aquí, y sin quererlo, mi alma quedo aquí para siempre.

—Madre mía, desde tan lejos. Desde luego la crisis ha hecho mucho daño.

—No es por la crisis, Nel. Tuve problemas con mi pareja y cuando vi esta oportunidad la aproveché. Y tú ¿Por qué has venido aquí?

—He venido porque esta zona me gusta mucho. Necesitaba estar solo, pensar en lo vivido y lo que quiero vivir. Vine cargado de preguntas a las que allí no encontraba respuesta.

— ¿Y las has encontrando?, las respuestas, quiero decir.

—Muchas de ellas sí. Otras creo que pronto las sabré. Pero tengo la total convicción de que son absurdas y que lo único que he conseguido con ellas es alejarme a un lugar que para mí es paradisiaco. Posiblemente lo único que necesitaba era huir de una rutina que me estaba ahogando.

Los problemas con tu pareja debieron de ser terribles para que hayas puesto tanta distancia entre ambos.

—Si Nel, fueron brutales. Y durante un tiempo me dejaron destrozada.

—Deduzco que el problema vino por él.

—El problema lo creo él y yo pagué las consecuencias.

—Si quieres cambiamos de tema, comprendo que aún no tenemos confianza para que me lo cuentes.

—Nunca me ha gustado hablarlo con nadie. Pero en esta ocasión sí quiero hacerlo. Estamos aquí solos, y dentro de un tiempo nos separaremos. Así que hablarlo contigo será como decirlo al viento.

Tenía una vida feliz, enamorada hasta el punto de renunciar a muchas cosas por él. Pero no quería ver la realidad que poco a poco se colaba en mi vida. La incompresible cobardía, o el desprecio más grande de un ser que juega con los sentimientos de la persona que le ama.

Hay cosas que no se pueden ocultar toda la vida. Detalles como bofetadas sin mano que te van abriendo un poquito más los ojos y que no quieres reconocer por lo doloroso que es. Hasta que recibes el golpe más fuerte, la traición. Enterarte que la persona a la que le das lo mejor de ti, con la que compartes intimidades, alegrías, tristezas, momentos de placer y a veces de discusiones, que se despide de ti con un beso, un abrazo, un vuelvo pronto, va a reunirse con otra. Viendo como tu vida se desmorona, que todo lo que habíais planeado se va al traste por un cabrón que no ha tenido el valor de decirte que no te quiere, que no es feliz a tu lado.

—Perdona Johanna, no creía que fuese algo tan cruel.

—Sí Nel, lo es —Le dijo con los ojos inundados de lágrimas— Pero la vida solo acaba con la muerte. Así que recogeré los pedazos de mi corazón, uno a uno, y con el tiempo los iré uniendo.

—Johanna, déjame que te lleve hasta el pueblo, se nos ha hecho muy tarde y mañana madrugarás.

—Venga vale. Pero que sepas que no me da miedo caminar por la noche.

—Pues yo me cago— Le dijo Nel riendo— Espera que tu puerta la tengo que abrir con la llave. Tengo que llevarla al taller cuando regrese a casa.

— ¿Y por qué no la llevas a un desguace?

— ¡¿A mi loqui?¡ No hasta que no vea que está muerta. Aún le quedan muchos kilómetros que hacer conmigo.

—Johanna, sé que te puede parecer muy precipitado, pero me alegro mucho de conocerte.

—Gracias y sé que te va a parecer muy precipitado, pero me encuentro muy bien contigo. Déjame en el museo, tengo el coche cerca.

—Johanna, mañana estaré por la casa, si acabas pronto me gustaría verte.

—Y yo subiré si puedo.

—Thor, me gustaría saber qué narices te pasa con Johanna. No te has acercado a ella ni una vez. La ignoras y eso me duele. Me gusta estar con ella y espero que a ti te pase lo mismo. No te voy a regañar, pero a ver si estás más cariñoso la próxima vez que nos veamos.

Cenó de manera tranquila, tomándose su orujo y fumando con deleite un cigarrillo. Preparó una manta y conectó el radiador con  intención de quedarse toda la noche despierto. Quería que esto fuese una señal para la niña. La esperaría toda la noche con la ilusión de que se comunicara con él o al menos que la pudiese ver otra vez. No sabía por qué, pero desde que la vio en la grabación, despertó en él el amor paternal que no había tenido. Maldiciendo a quien le hubiese hecho tanto daño.

 

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