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lunes, 8 de febrero de 2021

AL ATARDECER // CAPÍTULO XIII

 

 

 

AL ATARDECER

CAPÍTULO XIII

 

Llegó a la casa, arrastrado por una tristeza que no recordaba haberla sentido ninguno de los días que llevaba allí. Le hubiera gustado ver a Johanna, acompañarla durante unos minutos y disfrutar de su presencia. Se sentía atraído por ella sin poder dar una explicación lógica, simplemente le gustaba. Posiblemente fuese la edad, la soledad, la necesidad de amar y ser amado. Pero sí, le entristecía  no verla, hasta el punto de que toda la belleza que le rodeaba era anulada por ese sentimiento.

—Joder Thor, ¿cuándo dejaré de ser así? De enamorarme al primer golpe de vista, de que mis emociones sean dependientes de ver a esa persona, aun siendo consciente de que para ella a lo mejor ni existo. Solo la he visto en dos o tres ocasiones y ya tengo la sensación de que he estado buscándola toda mi vida. ¿Por qué sustentaré mi felicidad en unos pilares tan débiles?

Nel Preparó el portátil para que, al igual que la noche anterior, grabara cualquier cosa o fenómeno —por llamarlo de una forma más técnica— si ocurría. Necesitaba saber qué estaba pasando, si era al fantástico que estaba en su mente, alguna broma muy pesada y trabajada para una persona que no tenía intereses algunos en ese lugar, o como deseaba, se trataba de una revelación espiritual.

No tardó en dormir, cuando sobre las cinco de la mañana los volvió a despertar un ruido en la planta baja.

—Corre, Thor, he oído ruido abajo —bajó las escaleras de manera atropellada.

Vio otra vez las velas encendidas, y su mochila tirada otra vez en el suelo. Recogió todo y lo volvió a depositar en ella. Observó por toda la estancia si existía algo fuera de lugar, no encontró nada anormal. Se preparó un café y un cigarrillo con intención de ver los últimos quince o veinte minutos de lo que se había grabado en el portátil. De todas maneras ya no podría seguir durmiendo y el amanecer estaba próximo.

Estaba ensimismado contemplando como, y al igual que la vez anterior, las velas se encendían al unísono. Cuando se iluminó esa zona, apareció frente a él el rostro de una niña, de tez blanca, con cabello rubio, muy delgaducha, pero fue la cara de ésta, la que le causó más impresión. Había en ella una tristeza terrible, pero no lloraba, sólo una mirada triste y serena. Nel quedó atónito frente a esa imagen, triste pero dulce. ¿Que podría hacer él? No conseguía comprender por qué le estaba pasando esto, es cierto que lo había deseado en muchas ocasiones, pero siempre creyó que estas cosas eran sólo producto de una mente que suplía cualquier carencia de una vida antisocial.

Ahora se encontraba pasando un puente desde la explicación científica a la realidad que él estaba viviendo o estaba creando su mente. Dónde acaba lo material y empieza lo inmaterial. ¿Por qué cerrarnos en la existencia de todo aquello que podemos tocar?, pero sin embargo, obviamos lo que oímos, si no sabemos de donde proviene, notamos Como una ráfaga de aire frio recorre nuestra espalda, sin moverse una pizca de aire, vemos, en este caso a través de la pantalla de un portátil, lo que no podríamos ver de forma natural, y olemos, como huele ahora, con este perfume fresco y agradable.

—Es preciosa, Thor. Ojalá podamos hacer algo por ella. Sabes que en nuestra cultura, encender una vela para las personas fallecidas es con intención de que esas almas no caminen entre tinieblas. No habría alegría más grande que ayudar a que esa niña halle la luz que le guiará por el camino del descanso eterno.

 


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