AL ATARDECER
CAPÍTULO XIII
Llegó
a la casa, arrastrado por una tristeza que no recordaba haberla sentido ninguno
de los días que llevaba allí. Le hubiera gustado ver a Johanna, acompañarla
durante unos minutos y disfrutar de su presencia. Se sentía atraído por ella
sin poder dar una explicación lógica, simplemente le gustaba. Posiblemente
fuese la edad, la soledad, la necesidad de amar y ser amado. Pero sí, le
entristecía no verla, hasta el punto de
que toda la belleza que le rodeaba era anulada por ese sentimiento.
—Joder
Thor, ¿cuándo dejaré de ser así? De enamorarme al primer golpe de vista, de que
mis emociones sean dependientes de ver a esa persona, aun siendo consciente de
que para ella a lo mejor ni existo. Solo la he visto en dos o tres ocasiones y
ya tengo la sensación de que he estado buscándola toda mi vida. ¿Por qué
sustentaré mi felicidad en unos pilares tan débiles?
Nel
Preparó el portátil para que, al igual que la noche anterior, grabara cualquier
cosa o fenómeno —por llamarlo de una forma más técnica— si ocurría. Necesitaba
saber qué estaba pasando, si era al fantástico que estaba en su mente, alguna
broma muy pesada y trabajada para una persona que no tenía intereses algunos en
ese lugar, o como deseaba, se trataba de una revelación espiritual.
No
tardó en dormir, cuando sobre las cinco de la mañana los volvió a despertar un
ruido en la planta baja.
—Corre,
Thor, he oído ruido abajo —bajó las escaleras de manera atropellada.
Vio
otra vez las velas encendidas, y su mochila tirada otra vez en el suelo.
Recogió todo y lo volvió a depositar en ella. Observó por toda la estancia si
existía algo fuera de lugar, no encontró nada anormal. Se preparó un café y un
cigarrillo con intención de ver los últimos quince o veinte minutos de lo que
se había grabado en el portátil. De todas maneras ya no podría seguir durmiendo
y el amanecer estaba próximo.
Estaba
ensimismado contemplando como, y al igual que la vez anterior, las velas se
encendían al unísono. Cuando se iluminó esa zona, apareció frente a él el
rostro de una niña, de tez blanca, con cabello rubio, muy delgaducha, pero fue
la cara de ésta, la que le causó más impresión. Había en ella una tristeza
terrible, pero no lloraba, sólo una mirada triste y serena. Nel quedó atónito
frente a esa imagen, triste pero dulce. ¿Que podría hacer él? No conseguía
comprender por qué le estaba pasando esto, es cierto que lo había deseado en
muchas ocasiones, pero siempre creyó que estas cosas eran sólo producto de una
mente que suplía cualquier carencia de una vida antisocial.
Ahora
se encontraba pasando un puente desde la explicación científica a la realidad
que él estaba viviendo o estaba creando su mente. Dónde acaba lo material y
empieza lo inmaterial. ¿Por qué cerrarnos en la existencia de todo aquello que
podemos tocar?, pero sin embargo, obviamos lo que oímos, si no sabemos de donde
proviene, notamos Como una ráfaga de aire frio recorre nuestra espalda, sin
moverse una pizca de aire, vemos, en este caso a través de la pantalla de un
portátil, lo que no podríamos ver de forma natural, y olemos, como huele ahora,
con este perfume fresco y agradable.
—Es
preciosa, Thor. Ojalá podamos hacer algo por ella. Sabes que en nuestra
cultura, encender una vela para las personas fallecidas es con intención de que
esas almas no caminen entre tinieblas. No habría alegría más grande que ayudar
a que esa niña halle la luz que le guiará por el camino del descanso eterno.
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