AL ATARDECER
CAPÍTULO XIV
Después
de desayunar se dirigió hacia los pastos de Juan con intención de charlar con
José Manuel. Estaba tan enfrascado en averiguar todo lo que pudiese, que olvidó
el motivo de su viaje, lo que hizo asomar una sonrisa en su rostro. Que absurda
puede ser una vida vacía, en la que no eres consciente de que lo verdaderamente importante es vivirla.
—Buenos
días señor José. He subido con la esperanza de poder charlar con usted, bueno
exactamente a que me cuente cosas de su niñez.
—
¿Todavía está usted interesado en la casa?
—La
verdad es que ha despertado mi curiosidad lo que usted me dijo que pasó en
ella. He pensado mucho en los años en que se hizo y la forma.
—Años
confusos de hambre y miedo. Pero dígame exactamente qué quiere que le cuente.
—La
familia, según me dijo usted vinieron a la casa en el treinta y nueve.
—Efectivamente,
lo que no recuerdo es si la guerra civil había terminado o no.
—
¿Cómo se vivió aquí la guerra José Manuel?
—Asturias
se había significado más por el bando republicano, aunque en algunos lugares
había una notable presencia nacional, como por ejemplo en Ujo, donde se
organizó un consejo falangista. Las organizaciones obreras jugaron un gran
papel. Pero con la caída del frente republicano de Asturias en el treinta y
siete, cayó el concejo de Mieres.
En
las casas no había agua ni electricidad, y nos alumbrábamos con velas y
candiles. No existía la posibilidad de hacer las necesidades en un baño como lo
hacemos ahora, sino que había que salir fuera y hacerlo donde se pudiese. Para
la higiene personal se bañaban en baldes de metal los más privilegiados, los
más menesterosos nos teníamos que conformar con una palangana y bañarnos por
partes, en un intento desesperado de limpieza e higiene, porque el agua la teníamos
que traer desde los arroyos, veneros o fuentes.
—Madre
mía, eso tuvo que ser muy duro.
—Bastante,
pero no fue eso lo peor, Nel.
Para la mayor parte de nosotros y de
prácticamente la mayoría de los españoles, lo peor fue sin lugar a dudas, los
años del hambre, del estraperlo, de la escasez de los productos más necesarios,
del racionamiento, de las enfermedades, del hundimiento de los salarios, del
empeoramiento de las condiciones laborales, del frío y los sabañones.
Los
que perdieron la guerra, los “rojos”, se escondían en los montes, en
habitaciones ocultas, en graneros, pajares, y en cualquier lugar que pudiese
albergarlos lejos de la mirada de sus enemigos, fuesen del bando nacional o
vecinos rencorosos con sed de venganza. Añadiendo a ese temor el hambre. A los
que encontraban los franquistas, sin un juicio justo o inexistente, los mataban
y los enterraban en fosas comunes como la de Turón, en el Pozu Fortuna. Y
aunque la familia supiese el lugar donde fueron enterrados, no podían
desenterrarlos, porque, si los veían, podrían morir asesinados por las fuerzas
nacionales. Ni darle un entierro digno podían.
Aprovechando
el caos creado por la guerra, y con la victoria del bando nacional, se restauró
la propiedad privada, la recuperación de los beneficios de las empresas y de la
banca, el desvergonzado enriquecimiento de los grandes estraperlistas
protegidos del Régimen y el restablecimiento de los privilegios de la Iglesia y
el Ejército.
—
¿Y el estraperlo se daba mucho por estas tierras?
—No,
eso quedó para las capitales. Sabíamos de algunos que lo habían intentado, pero
nada más llegar los cogían y les quitaban lo que llevaban. El estraperlo al
igual que todo lo que iba en contra de la voluntad del régimen, estaba
controlado por unos pocos que se dejaban untar por los estraperlistas, y así
salían ganando las dos partes. Aquí, en el campo, todo vecino conocía las
hierbas y como cocinarlas, con lo que engañábamos al estómago. Fue el hambre,
las enfermedades, la miseria y todo aquello que se nutría de la pobreza, mala
alimentación e higiene, las que mataron más personas que la guerra, aparte de
los que fueron asesinados por chivatazos de vecinos o antiguas rencillas.
—Tuvo
que ser muy duro no confiar en tus familiares y vecinos.
—Fue
triste, Nel, muy triste. No podías confiar en nadie porque las circunstancias
así lo querían, fue una guerra en la que no podías quedar al margen, o eras
nacionalista o republicano, y los que así lo hicieron, fueron acusados de
apoyar la república por no luchar al lado de los nacionales. Morir por no
desear matar a tus paisanos o vivir avergonzado y recriminando tu cobardía
todos los días de tu vida.
—
¿Recuerda usted, si hubo muchos robos en la guerra y en los años que le
siguieron?
—Robos
hubo por parte de los dos bandos y de todo el que tenía la oportunidad de
hacerlo. La guerra te da la oportunidad de coger lo que no es tuyo, sin castigo
alguno, a no ser que lo robado fuese de alguien adepto al bando vencedor, en
tal caso si serías castigado y desde luego no de una forma humana.
—Lo
que no comprendo es por qué no se luchó contra toda esa injusticia que siguió
muchos años después de la guerra.
—Usted
ha tenido la suerte de vivir en un país democrático, y de la dictadura tendrá
pocos recuerdos. Pero sí hay una cosa que todos los que hemos vivido esa guerra
no olvidaremos: “El hambre hace cobarde al más osado de los hombres”
—Hay
otra cosa que le quiero preguntar ¿Usted se acuerda de quien llevó la
investigación de esa matanza?
—Al
principio no, pero conforme fue pasando el tiempo y creciendo me di cuenta de
que fue la policía armada. Pero que yo sepa, no se averiguó nada.
—Muchas
gracias por su tiempo José Manuel, ha sido muy agradable oírle contar un poco
de esa historia tan reciente y cruel.
—De
nada Nel, me gusta hablar de esos años tan tristes y que me escuchen con tanta
atención como usted.
—
¡Hola Johanna! ¡Qué alegría me da verte!
—Hola—
Contestó ella con la sonrisa que tanto le gustaba a Nel —¿Ya has acabado tu
paseo?
—Hoy
el paseo ha sido muy corto. He estado con José Manuel, el padre de Juan.
—Johanna,
¿te puedo hacer una pregunta?
—Claro,
¿qué quieres saber?
—¿Tú
crees en la existencia de vida más allá de la muerte?
—
¿Me preguntas por el tema de las apariciones de espíritus, cosas que se mueven
solas y todo eso?
—Sí.
—Es
algo que no me he preguntado mucho. Verás, para mí es un tema de difícil
explicación. Hay muchas personas que piensan que sí y otras muchas que piensan
que no. Yo, por si acaso, ni creo ni dejo de creer ¿Es que a ti te gusta el
tema ese?
—Es
algo en lo que nunca había pensado hasta ahora —Carraspeó Nel para aclararse la
voz— Desde que llegué a este lugar, no he dejado de sentir cosas raras.
—
¿No me digas que ves fantasmas?— Le preguntó ella sonriendo.
—Por
favor, escúchame.
A
parte de mi sensación, hay algo más. Harto de oír una voz dentro y fuera de la
casa, ver mi ropa fuera de la maleta y tirada por el suelo, esparcido sobre el
piso el contenido de mi mochila,
amontonados en el suelo los folletos de museos y de percibir un aroma
muy agradable a flores frescas, decidí dejar el portátil frente a la mesa que
hay junto a la ventana, donde hay dos velas que de vez en cuando me las he
encontrado encendidas.
La
primera vez, después de despertarme un ruido abajo, vi en la grabación Como las
velas se encendían al unísono y Como cruzaba una sombra por la ventana.
La
segunda vez, ocurrió exactamente lo mismo, me despertó un ruido, las velas
encendidas de igual manera, pero a los pocos minutos se hizo visible el rostro
de una niña preciosa entre ocho o diez años, pero con una cara de tristeza
terrible. Y el mensaje que siempre oigo, es una invitación para que la siga. Y
luego está la coincidencia de la linterna.
—
¡Linterna! ¿Qué linterna?
—No
sé si es una linterna o cualquier otra cosa, solo sé que es un punto de luz,
que desaparece siempre en el mismo sitio, engullido por una niebla que se posa
todas las noches en la parte alta, donde está la casa.
José
Manuel me contó, que en esa casa, al poco de terminar la guerra civil, se
cometió un crimen terrible y brutal. En el que murieron el matrimonio y el hijo
mayor. Y ahora viene lo más importante, desaparecieron los niños pequeños, una
niña de ocho años, igual a la que vi en la grabación y un niño de un año y
medio aproximadamente.
—
¿Te das cuenta, Johanna, de las coincidencias?
—Es
interesante Nel. Pero también es un tema bastante raro y tienes que
comprenderlo.
—Precisamente
a eso es a lo que voy a dedicar las semanas que me quedan que estar aquí. Voy a
averiguar todo lo que pueda sobre esos fenómenos, que desde luego no son
normales y carentes de cualquier lógica o explicación racional.
—Bueno,
nuestro cruce de caminos Johanna. Toca separarme de ti. Gracias por dejar que
comparta estos momentos contigo. Mañana me gustaría que nos viésemos, si es
posible y te apetece, para mí es muy agradable estar contigo.
—Sinceramente
me está gustando pasear contigo, y si no se complica el trabajo, mañana nos
vemos por aquí.
—Ojalá
que puedas venir, yo estaré en los alrededores de la casa.
Esperó
hasta verla desaparecer, siendo consciente que le gustaba estar y conversar con
ella más de lo que demostraba.
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